Dr. Eusebio Leal SpenglerHistoriador de la Ciudad de La Habana
¿Cómo ve en su devenir histórico el 485 aniversario de La Habana, y cómo imagina la ciudad en los próximos 485 años? Es una pregunta difícil de contestar. Las ciudades siempre son una acumulación sorprendente de realizaciones. Es una obra de generaciones sucesivas. Cada una expresa sus propósitos: en la arquitectura, en el urbanismo, en las expresiones de la cultura, en las obras públicas. También lo más importante es lo que existe dentro de la ciudad: la gente, sus formas de vida, sus costumbres... todo eso suma la identidad.
Me imagino que en el devenir del tiempo, eso tendrá un ritmo ascendente. La Habana llegará a ser, como casi todas las ciudades del mundo, un gran conglomerado humano. Yo nací en una ciudad pequeña. Es decir, La Habana de 1942 era una Habana muy pequeña. Debía tener 600 000 habitantes. Al triunfo de la Revolución, apenas superaba el millón. Hoy vivimos en una ciudad de 2,2 o 2,3 millones de habitantes. No tenemos todavía el resultado final de la cantidad, pero sospecho que por ahí anda.
Si esto es así, ¿cómo será la ciudad futura? Es un desafío para mi imaginación que no me atrevo a responder. Siempre hemos tratado en este tiempo de controlar eso que en América Latina se ha convertido en un fenómeno aterrador, que es la macro-ciudad. Las ciudades de 8, de 10 millones de habitantes, grandes conglomerados humanos en pequeños espacios. La Habana está en un territorio que es prácticamente el más angosto de la Isla. Imagino que los que vengan después serán muy prudentes, y que seguirán ese espíritu de que la ciudad nunca rebase el límite de lo estrictamente humano.
¿Cuáles son las novedades que aporta la experiencia cubana en la recuperación de La Habana Vieja, como Patrimonio de la Humanidad, si la comparamos con la de otros países? Lo más importante ha sido la visión social del proyecto. La convicción de que no era posible realizar la restauración de un conjunto monumental habitado tratando de sacar de ese lugar a su población autóctona. Se trata de hacer un reordenamiento en el habitat. De hacerlo mejor.
Yo siempre he entendido la idea de que la gente piensa como vive y vive como piensa. Es una interrelación. Si hacemos una ciudad más amable, más gobernada, más cuidada, más amante de su propia imagen, pues yo creo que ahí estriba la dignidad y el proyecto que hemos tratado de hacer.
Todo proyecto de desarrollo que se realice al margen de la cultura solo genera decadencia. La importancia de este proyecto es que ha sido generado desde la cultura; desde una visión de la cultura, y no de una visión de la cultura elitista sino de una concepción de vanguardia, muy comprometida con esa ciudad, con el niño y con los vitrales, con el espacio para estar por la calle pero con el espacio de una calle en la cual el ser humano es el determinante y no la opresión de los vehículos y de la circulación. Hemos tratado de unir la idea “ciudad y ecología”. Hemos tratado de entender la ciudad dentro de un medio ambiente, hemos contribuido y nos hemos solidarizado con los empeños por el Parque Metropolitano, por el río Almendares, por la bahía de La Habana, porque sabemos que todo esfuerzo nuestro que se haga al margen del que hacen otros, no traería un buen resultado.
Entonces, este proyecto de restauración es un gran proyecto de consenso, que se realiza en consulta dinámica y constante con la ciudadanía, que no está atado a ninguna camisa de fuerza previa. Lo que ayer nos pareció conveniente, ya hoy no es prudente. El proyecto se ha desarrollado en esa dimensión. Se ha trazado una línea, se han previsto los distintos estadios del proyecto de restauración, pero continuamente los vamos adecuando a las nuevas realidades.
Sorprende mucho en América Latina y en todo el mundo esa concepción humanista, multidisciplinaria, que no es solamente la visión de un ególatra, ni el canto de cisne de un profeta, ni tampoco la voluntad de un equipo que trata de imponerle a los demás su visión, ya como historiador, ya como arquitecto, ya como antropólogo. Es un equipo en el cual participan personas de todas las disciplinas intelectuales y científicas, y que en ese sentido, tratan de hacerlo lo mejor posible. Siempre es complejo.
¿Qué papel juegan las centenarias piedras y cuál el hombre? Las piedras son muy importantes. Son nuestros puntos de referencia. Es cuando una persona no ve y se le trata de explicar una escena. Hay que permitir que la toque para que comprenda lo que se trata de explicarle. Entonces, yo creo que la conservación de la evidencia es muy importante.
Un concepto acultural que plantee que todo tiempo pasado fue mejor, o uno que diga que hay que prescindir del pasado y hacerlo todo nuevo, son dos equivocaciones marchando en dos direcciones opuestas, que al final se encuentran. Para mí el pasado es una referencia. No se puede llegar al futuro si no es desde el pasado. Todo intento de negar el pasado sin explicarlo, es una equivocación. Y después la gente vuelve a buscar porque se siente engañada. Y hay quienes no tienen siquiera esa posibilidad, porque la evidencia ha desaparecido.
Es el drama de muchas ciudades en el mundo que, enfermas de este concepto practicista, utilitario y superficial de la modernidad y de las comodidades modernas, borraron todas sus evidencias pasadas.
¿Qué habría pasado con la Habana Vieja si no hubiese triunfado la revolución? ¿Qué quedaría de todo esto? Realmente poco. Porque se consideraba que nosotros no teníamos suficientes valores como para decir: ¡esto es una maravilla! Se preservaron solamente conjuntos: la Plaza de la Catedral, por ejemplo, era un conjunto, pero si te paras hoy en la Plaza, la ves ya amenazada por los grandes rascacielos, entre comillas, que dentro del Centro Histórico modificaban el paisaje, y que en todas partes avanzaban aterradoramente. Ir por ejemplo a la Plaza de San Juan de Dios, donde apenas quedaron uno o dos edificios. Todos los demás fueron demolidos, y ahí están las modernas torres, sin personalidad alguna, de los grandes bancos, de las grandes corporaciones de la época. Es el caso del antiguo edificio de la universidad; demolido para construir una terminal de helicópteros. Entonces allí nosotros vamos a hacer un regreso virtual. No es posible regresar miméticamente a lo que ya pasó. Pero vamos a hacer un regreso virtual, en el cual uno podrá sentir que está en lo que ya no está, aunque no lo vea, exactamente igual a como fue.
¿Desde el punto de vista económico, es correcto decir que esta obra es ciento por ciento un empeño cubano, o se beneficia de la condición de Patrimonio de la Humanidad? Es un empeño del Estado. La Oficina del Historiador es el Estado y representa al Estado. Ha sido una voluntad política, lo primero que hay que destacar, es salvar y preservar todo lo que sea posible. La restauración es un ejercicio de los países ricos. Hay que tener mucho dinero para eso. Nosotros no podemos contar con créditos ni préstamos del sistema bancario internacional como tienen otros países. Ni favorecernos con grandes proyectos. Hoy sabemos que, además, lo que teníamos está limitado por medidas anticubanas. El Estado ha creado una base jurídica. Ha facilitado todos los instrumentos indispensables. Y nos ha concedido una capacidad de generar nuestros propios medios económicos y financieros, y además nos ha garantizado, contra esa eficiencia, los préstamos de los bancos cubanos. Pagamos lo que pedimos y los correspondientes intereses, como se haría en cualquier parte, y además, reconstruimos y compartimos.
Lo que hacemos es tratar hoy de distribuir, con la mayor justicia posible, con el mayor equilibrio posible, lo que ganamos. Por eso, al mismo tiempo restauramos escuelas, creamos centros de atención a la mujer y al niño, a los ancianos y en general para la tercera edad, proyectos que son de apoyo humano, a asociaciones, a entidades, a organismos no gubernamentales, en fin, a todo lo que en el mundo entero se llama la sociedad civil, que no es otra cosa que la sociedad cubana organizada para hacer su propio destino.
Conocemos que la UNESCO ha tomado el modelo cubano de restauración como un ejemplo. ¿Cuáles son las razones esenciales? Lo ha proclamado, y recientemente, por vez primera en su historia, la UNESCO ha enviado un grupo para hacer una supervisión y una valoración de los trabajos de La Habana. Cuando se han retirado ya, los expertos han declarado que están convencidos de que hemos construido un modelo con el cual Cuba, una vez más, presenta una solución que no podrá ser por todos copiada, pero sí interpretada, de cómo puede ser el manejo más correcto, de qué manera se puede hacer una restauración participativa, cómo podemos lograr esto, cómo se ha logrado, que la sobrevaloración del suelo del área restaurada no expulse fuera de la ciudad a la comunidad que la habita. Es cierto que en unos pocos kilómetros cuadrados hay una sobrepoblación extraordinaria, y que muchos de los que aquí habitan, fruto de una emigración en un determinado momento, no nacieron aquí, y lo que aspiran es a una vivienda justa; por eso nosotros construimos fuera del Centro Histórico, y también dentro, porque hay personas que han nacido y vivido aquí, que tienen toda su esperanza en continuar aquí, y nosotros tratamos por todos los medios posibles, en hacer realidad esa aspiración.
¿Qué de novedoso se propone para el 485 aniversario de la ciudad? En realidad soy responsable de esa suma. Si fuésemos a celebrar La Habana de 1515, tendríamos más años. Cuando se me consultó en 1969, mi idea fue que debíamos conmemorar la ciudad histórica; lo otro era una referencia en el tiempo.
No tenemos siquiera, hoy, los documentos capitulares para probar lo uno ni lo otro, pero tenemos una arraigada tradición, y tenemos padrones, como la piedra labrada en el Templete que el doctor Emilio Roig de Leuchsenring mandó a conservar, tomando de ella una impronta en yeso, que afirma, categóricamente, que la ciudad se plantó aquí, junto a un árbol, en el año 1519.
Todos los proyectos están unidos a ese símbolo: el árbol. El árbol es el perpetuo renacer, el florecimiento, la sombra, la comunión con el hombre, la esperanza. Tenemos incontables proyectos. Lo que necesitamos es tiempo y tranquilidad para trabajar, sin perturbación. Siempre estamos dispuestos a lo extraordinario. Si en algún momento, por alguna razón ajena a nuestra voluntad, muchas de las cosas que hemos hecho, se perdiesen, o estuviesen en ruinas, o fuesen amenazadas por alguna fuerza, cualquiera que esta sea, siempre estaría dispuesto, en cualquier tiempo, a volver a comenzar.