Una huella de Hemingway en la Vigía
Otros veedores coinciden placenteramente con los fantasmas, los respetan y comprenden su presencia. La finca rodea una colina desde donde se pueden ver, a pesar de las distancias, la Bahía de La Habana y varios barrios de la ciudad, de ahí su nombre de vigía, porque es una atalaya. En 1887 el lugar fue escogido por el arquitecto catalán Miguel Pascual y Baguer para levantar en su cima una sólida casa familiar, que en 1939 fue adquirida por Ernest Hemingway para vivir permanentemente en La Habana y escribir y escribir, entre una y otra incursión al África y a los seafaris tras las agujas y los submarinos nazis. La primera de estas figuras traslúcidas es la de una vieja mujer negra, quizá una nana familiar o una esclava de aquella familia hispana que habitó el inmueble.
Ahora aparece deambulando por sus jardines, con una bata blanca y sencilla que le llega a los tobillos y una pañola de igual color sobre su cabeza. Fémina con atuendo así no es de este siglo. La otra personalidad que ronda la Vigía es la de un hombre corpulento, de barba cuidada, que aparece en pantalones cortos y sandalias. Quien le vio lo describe descendiendo de lo alto del lomón por el caminito asfaltado y, antes de llegar al portón de entrada, hace un giro para ir avanzando hacia un cercano bosquecito de pinos australianos que plantó en su momento el escritor norteamericano, y luego desaparece.
Aquel día se le buscó inútilmente. El custodio que tuvo este encuentro, ya no trabaja en la finca-museo pero sabe quién es la figura caminante. Algunos también lo sabemos, pero no hay reportes conocidos de su presencia actual en las habitaciones o junto al yate Pilar, que se conserva en una nave anexa, o por su cuarto de estudio, rodeado de libros y recuerdos, y de su máquina de escribir marca Royal, que sigue en lo alto de un mueble, apropiado para teclear de pie sus creaciones literarias. En su refugio de Vigía, Hemingway terminó Por quien doblan las campanas, A través del río y entre los árboles, El viejo y el mar, París era una fiesta e Islas en el Golfo. No hay que olvidar que el escritor pasó en Vigía y en Cuba inolvidables y felices años de su vida.