Cuba y Venezuela concertaron la estrategia para convertir en acciones las formulaciones teóricas y morales del ALBA.
Educación, salud e intercambio comercial resultan aportes fundamentales al proyecto bolivariano.

El XX fue el siglo de las siglas. La humana tendencia a los caminos breves aligeró el habla con la invención de las siglas en un mundo que se globalizaba meteóricamente. Y algunas, con valor semántico propio, no necesitan explicación: ONU, UNESCO, FAO, SIDA… Por lo que se aprecia, el XXI no renunciará a las siglas como utensilios de entendimiento. Continúan extendiéndose las antiguas y apareciendo nuevas. Unas con cargas negativas y otras con intenciones constructivas. Recientemente, brotó ALBA. El ALBA, se dice ya luego de un rápido proceso de lexicalización.

Tiene un acierto inicial: el lexema resultante se relaciona con la palabra alba, que equivale a aurora, amanecer. Y por extensión el sentido de la sigla sugiere el comienzo de una nueva vida, o de una nueva relación entre los países que firmen su adhesión o pertenencia a la Alternativa Bolivariana para las Américas, título largo de una idea de integración propuesta por el presidente venezolano Hugo Chávez.

No hay por qué negarlo. El proyecto del ALBA contiene un profundo lecho político. Lo primordial no es el vocablo política o político, sino los valores de lo político y la buena voluntad de la política. Y el ALBA -o la ALBA- intenta promover un modo distinto de integración de los países latinoamericanos. Es, como su nombre lo indica, una alternativa. Y las alternativas surgen frente a algo o alguien. En efecto, el ALBA es una disyuntiva a otra sigla: El ALCA, Área de Libre Comercio para las Américas, donde países de menor desarrollo se integrarán a otro más rico, o riquísimo, y de desmesurada capacidad militar, sin que la alianza sea beneficiada por empeños solidarios o altruistas.

Será una especie de selección nacional darwiniana mediante la cual el más fuerte prevalecerá sobre los débiles y aun sobre los menos fuertes económicamente. Dos resortes servirán como garrote: el FMI -otra sigla maldita- y el Banco Mundial, que tirarán sus préstamos al ruedo de las necesidades y recogerán sus réditos mientras la deuda permanece como el vuelo de un moscardón en torno a las orejas de un perro hambriento.

El resultado de este libre mercado supranacional -según han previsto técnicos y políticos lúcidos- transitará de la integración aparente a la desintegración real o, lo que es lo mismo, a la dependencia política o la anexión.

El ALBA parte del concepto opuesto: integrarse para propiciar el desarrollo y los valores culturales de cada miembro, sin que sean necesarios los despidos laborales, o las garantías arancelarias tan caras a los dominadores, ni la privatización de los servicios sociales. El principio se afinca en la solidaridad: los países con mayor potencial suministrarán los medios económicos y financieros para sostener «la lucha contra la pobreza y la exclusión social.» Pobreza y exclusión que durante decenios se nutrieron de la dependencia, la apropiación foránea, transnacional, de las riquezas naturales de América Latina.

El ALBA, así, viene siendo un sueño frente a las pesadillas; el reflorecer de un viejo tronco frente a las manquedades y la sequedad causadas por la expoliación.

El ALBA es joven. Chávez lo propuso en el año 2001. Y ya los rayos difuminan las tinieblas del crepúsculo matutino. Durante el mes de abril pasado, Cuba y Venezuela concertaron la estrategia para convertir en acciones las formulaciones teóricas y morales del ALBA. Cuba ofreció su capital más numeroso y preciado: el humano, especializado en un sistema de educación que ya suma más de 600 000 graduados en las universidades, entre ellos más de 65 000 médicos. Y se comprometió a inaugurar en el presente año, en Venezuela, 600 centros de diagnóstico integral; 600 salas de rehabilitación y fisioterapia y 35 centros de alta tecnología, cuyos servicios serán gratuitos para los venezolanos. Además, Cuba ayudará a formar, en Venezuela, 40 000 médicos y 5 000 especialistas en tecnología de la salud. Y hasta 30 000 galenos cubanos continuarán sus planes de asistencia en territorio venezolano.

Lo citado y lo que diré a continuación, es un inventario parcial en este texto al que la brevedad obliga a recortar y sintetizar. ¡Gajes del periodismo!

Como país petrolero de cuantiosa producción y reservas, y en momentos en que este recurso energético se despilfarra por las sociedades industrializadas, y escasea y se encarece hasta límites de ciencia ficción, Venezuela se erige en el abastecedor de Cuba y otros países de América Latina y el Caribe. El petróleo, a simple vista, supone la base de cualquier plan de desarrollo. Nada despega sin la energía. Y ya existe para el despegue, a precios racionales, fraternos. Y estos términos -racional y fraterno- pueden caber en una economía concebida y construida sobre principios favorables a todos los hombres. Los datos y las ideas expuestos hasta aquí, componen algunos de los signos de un ALBA cuyas luces prometen un día de esplendor, en un mundo donde las sombras pretenden perpetuar la noche.