Ciudad Deportiva de La Habana, sede del Instituto Nacional de Deporte, Educación Física y Recreación (INDER).
Ciudad de Olimpia. Llegada de la antorcha olímpica.

Los juegos mundiales de la era moderna iniciaron su camino en la ciudad de Atenas en 1896. Este año, por fin, el movimiento deportivo cumple una deuda pendiente con la capital griega desde hace casi una década, con el retorno de los Juegos Olímpicos al lugar donde nacieron hace miles de años.

En pleno verano boreal (del 13 al 29 de agosto), miles de deportistas procedentes de más de 200 naciones, volverán a respirar la misma atmósfera que permitía a aquellos pueblos helénicos de antaño detener las guerras, olvidar querellas y escaramuzas entre ellos, y orientar sus ímpetus a medir fuerzas y habilidades en las canchas competitivas.

Un pequeño país como Cuba enviará una delegación de unos 150 representantes, con la aspiración de mostrar logros deportivos inobjetables y su profundo apego a los sentimientos de solidaridad, fraternidad y paz, tan necesarios en la convulsa situación mundial de estos días.

Los cubanos se iniciaron en la historia olímpica durante los Juegos de 1900, celebrados en París por obra de la casualidad. Ramón Fonst, el único cubano que se presentó en aquella cita, se inscribió en las competencias de esgrima, porque a la sazón cursaba estudios en la capital francesa. Fonst era toda una excepción de la regla en el movimiento deportivo cubano de la época, ya que la práctica de la gallarda disciplina de espadas, sables y floretes se reducía a un selecto grupo de la sociedad de aquellos tiempos. Solo alguien como él, nacido en un hogar de solvencia económica, podía darse el lujo de estudiar en una escuela parisiense, un hecho vedado a la enorme mayoría de sus contemporáneos.

Su participación fue tan exitosa, que ingresó en los anales deportivos como el primer campeón olímpico de la mayor de las Antillas, lo cual, por cierto, repitió en los Juegos Mundiales de San Luis, Estados Unidos, en 1904, donde incluso aumentó la cosecha a tres títulos: uno en espada individual y otro en florete, y un tercero como integrante del equipo masculino de florete, junto con Albert Van Zo Post y Manuel Díaz. Hubo que esperar 68 años para que otra vez un cubano escalara lo más alto del podio olímpico. En 1972, en la fiesta de Munich, Alemania, una terna de boxeadores encabezada por uno de los más grandes de la historia del pugilismo, el peso completo Teófilo Stevenson, igualó a Fonst. Los otros dos campeones fueron Orlando Martínez, en la división de 54 kilogramos, y Emilio Correa, en la desaparecida de 67.

Desde entonces, el movimiento deportivo cubano consumó logros insospechados. La mayor de las Antillas pasó a convertirse en una de las primeras potencias del planeta, con un cuarto lugar en los Juegos de Moscú, Unión Soviética, en 1980; un quinto en Barcelona, España, en 1992; entre los 10 primeros en Atlanta, Estados Unidos, en 1996, y en Sydney, Australia, en 2000.

Para Atenas 2004, la embajada deportiva de Cuba se propone continuar en la vanguardia de la tabla de posiciones mediante una diversidad competitiva que va desde el béisbol, deporte más popular en la Isla, pasando por disciplinas de ostensible ascenso en los últimos tiempos como el judo, la lucha, el taekwondo o el canotaje, hasta llegar a su selección femenina de voleibol, tres veces titular olímpica.

Sin embargo, los dirigentes del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER), prefieren enfatizar en la calidad de vida de sus representantes, cuyos promedios de edad -24 años- y su nivel escolar -segundo año de estudios universitarios- solo son comparables a los que ostentan las naciones de mayor desarrollo económico.

Otro tanto ocurre con el cuidado, la preparación y el apoyo que han recibido los olímpicos cubanos durante los últimos cuatro años; lo más significativo es que llegan a las competencias en plenitud de sus facultades físicas, mentales y competitivas, sustentados en los alcances de la ciencia y la técnica logrados con recursos propios por un numeroso grupo de especialistas de la nación antillana.

Esas realizaciones científicas también forman parte del patrimonio de decenas de deportistas de otros países del Tercer Mundo, quienes han perfilado, afinado y ultimado detalles de su preparación en instalaciones cubanas.

Se trata de un gesto generoso del movimiento deportivo cubano al compartir sus logros y que se expresa en la cantidad de entrenadores y técnicos que estarán en Atenas'2004 orientando, dirigiendo o asesorando a competidores oriundos de otras naciones.