Surgida de la fantasía de los tabaqueros cubanos, quienes desde el siglo XIX se deleitaban con una de las novelas más famosas de la literatura universal, la prestigiosa marca ha tenido una trayectoria tan venturosa como la historia del personaje que le da nombre

Surgida de la fantasía de los tabaqueros cubanos, quienes desde el siglo XIX se deleitaban con una de las novelas más famosas de la literatura universal, la prestigiosa marca ha tenido una trayectoria tan venturosa como la historia del personaje que le da nombre

Cuentan que los habaneros lectores del Diario de la Marina, órgano del apostadero de La Habana, leyeron en la soleada mañana del 25 de agosto de 1846, una noticia que les llamó la atención: la publicación, en forma de folletines, de una obra literaria que había conmocionado al mundo de la época: El Conde de Montecristo, novela de aventuras escrita por Alejandro Dumas, padre (1803-1870), traducida entones por el cubano Agustín Palma, redactor del propio periódico.

Así fue que, ante el gran éxito que tuvo, dos avispados comerciantes dedicados al negocio del tabaco decidieron sacar dos marcas: una registrada en Matanzas por José Marati, en Calle del Medio No. 19, bajo el título de «El Conde de Montecristo»; y otra por José Valdés, de la fábrica de habanos y cigarrillos situada en la calle Obispo, de La Habana,quien se contentó con titular a la suya «Montecristo».

Ambos registros constituyen los antecedentes más remotos de marcas de habanos inspiradas en el legendario Conde; y sin embargo no tienen nada que ver con la surgida casi un siglo después, también en La Habana, y que adoptó el nombre de Montecristo.

Para hablar de esta, es preciso volver al siglo XIX, a 1865, cuando surgió la costumbre de las lecturas en las tabaquerías. Entre las obras de ficción sobresalían entonces las de los Alejandro Dumas (padre e hijo), Eugenio Sue, Víctor Hugo y otros escritores. Y eran precisamente El Conde de Montecristo y Los Tres Mosqueteros, las más apreciadas.

No es de extrañar entonces que ya en pleno siglo XX, en 1934, la firma tabacalera integrada por los asturianos Alonso Menéndez y José García se lanzara a crear una nueva marca titulada: H. Upmann. Montecristo, con cinco vitolas numeradas del uno al cinco. Los dueños de la marca, con muy buen sentido comercial, antepusieron a la marca el nombre de la prestigiosa fábrica donde se torcían los Montecristo. A la vez, dada su calidad, un año más tarde propusieron a la firma inglesa de Stanley Phillips la introducción en Gran Bretaña de esa nueva marca de habanos. Si bien la idea sedujo a Phillips, surgió el inconveniente de que esa marca estaba en Inglaterra en manos de competidores: la firma alemana Frankau y Co. Para cerrar el acuerdo se decidió entonces eliminar el nombre de la fábrica y dejar solo Montecristo, y así pasó a conocerse desde entonces en el mercado nacional e internacional.

El negocio quedaría redondeado cuando el propio Phillips designó a su sobrino Jack Benjam, uno de los directores de la Casa Hunter, para que diseñara una estrategia para introducir la nueva marca en Gran Bretaña.

Actualmente, con un nuevo diseño más acorde con su época, la marca Montecristo tiene en sus etiquetas un amarillo brillante de fondo, cruzado por seis espadas que forman entre sí un triángulo equilátero sin cerrar. Esos pequeños espacios que se forman tienen un rojo brillante que contrasta con el amarillo del fondo, y en el centro aparece la Flor de Lis, símbolo de las cortes francesas.

No nos consta, pero pensamos que el amarillo brillante representa el oro que relucía con brillo leonado en el tesoro que hace rico al protagonista de la novela, Edmundo Dantés; mientras las espadas son símbolos del apellido Spada, de donde proviene la fortuna enterrada en la isla de Montecristo.

Por su parte, los taraceados rojos destacan el título MONTECRISTO y HABANA, este último vocablo clave, por ser el nombre de la ciudad y puerto que ampara el origen genuino de ese habano, torcido esmeradamente por los tabaqueros cubanos para poner en sus manos vitolas como la MONTECRISTO No. 4, la más vendida en el mundo por su calidad y fina presentación.