Quien ha vivido La Habana jamás la olvida.
La belleza y la historia de esta ciudad forma parte de la magia que envuelve y atrae a millones de personas a visitarla. Realmente, lo que produce es embrujo, atracción y curiosidad, tanto a los eruditos que estudian su historia, como al turista que llega a disfrutarla. La Habana no pasa desapercibida, no es una ciudad más, todos han tenido opiniones marcadas hacia ella. Su ajiaco arquitectónico y humano, producen una sensación diferente para quien la ha visitado ya, y un efecto de seducción y deseo para quien aún no lo ha hecho. Es cierto que La Habana está en boca de todos, que es admirada y envidiada, que el sentimiento hacia ella es tan fuerte, que el que la vive, no puede separarse de ella, y el que la ha vivido nunca la podrá olvidar. La vida intensa que esta ciudad ha llevado, la convirtió desde su descubrimiento en un lugar especial. Su bahía, sus bosques, sus defensas naturales, la convirtieron en base naval, tanto desde el punto de vista comercial, como del estratégico y militar; centro de recaudación de impuestos y tributos, lugar de llegada de los descubridores hacia nuevos destinos, punto de mira de los otros países europeos que ambicionaban la plaza. Y así se fueron construyendo, sobre su propia experiencia, y necesidad de autodefensa y supervivencia, las murallas y el morro que defendían la bahía y la ciudad. El desarrollo a lo largo de los tiempos la hizo bella, majestuosa. Yo la calificaría de sin igual.
La historia nos forma y nos hace aprender de ella; es bonito encontrar a las personas que han dedicado su vida a preservar La Habana y a luchar por encima de otros muchos intereses por la conservación, restauración y embellecimiento de esta ciudad, que fue declarada Patrimonio de la Humanidad.
En junio de 1992, Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad de La Habana, consiguió con sus explicaciones, llenas de ilusión y vehemencia, transmitirme la magia de esta ciudad y hacer que me enamorase de sus calles, proyectos y sus gentes. Este hombre que diseñó y construyó un proyecto, sin rendirse ante las dificultades de un período especial, en donde los medios eran muy escasos, y las necesidades más elementales no podían cubrirse, no solo fue capaz de luchar por la ciudad, sino que consiguió formar un excelente equipo que respaldó su idea, convenció a las autoridades de su país y a cientos de personas en el extranjero, que vieron en el proyecto la recuperación del sueño de que esta ciudad no se quedase en la arquitectura muerta, sino que su belleza fuera la vida que hoy vibra en sus calles, donde se encuentran el arte en cada rincón, donde los palacios restaurados han sido convertidos en museos y hoteles, o centros de utilidad social, por lo que la historia y la cultura se puede disfrutar y vivir cada día, tanto en las piedras como en sus gentes.
Este pequeño homenaje que mi pluma quiere transmitir, no solo está dirigido al 485 aniversario del nacimiento de la ciudad, sino al esfuerzo que la Oficina del Historiador, su equipo y el gobierno de la capital han realizado para mostrar La Habana tal y como hoy la vemos y lo que es aún mejor, como la podremos disfrutar mañana. José Carlos de Santiago