Dile que yo la venero
El trovador acomoda la guitarra entre sus brazos como a la primera novia; reclina el pecho sobre ella, que cimbra toda, que cede toda mientras los dedos le recorren cada espacio íntimo de su cuerpo, surtidor de versos: Pensamiento:/ Dile a Fragancia que yo la quiero/ Que no la puedo olvidar/…
Hace más de una centuria, específicamente el 19 de junio de 1915, Rafael Gómez Mayea (Teofilito) trajo al mundo la criolla Pensamiento, un clásico de la trova tradicional cubana y el referente musical de más aceptación entre los espirituanos.
«Es una canción de cortejo y no de diatriba; tal vez el motivo más poderoso para una aceptación misteriosa por todas las generaciones que han crecido escuchándola», ha comentado el escritor e investigador yayabero Juan Eduardo Bernal Echemendía (Juanelo).
El locutor radial y estudioso de la música de la isla caribeña, Gaspar Marrero, también ha intentado explicar las claves de la asimilación popular de Pensamiento: «La letra es muy simple, algo que realmente es muy complicado de hacer. Se basa, sobre todo, en la repetición de dos versos; eso ayuda mucho a memorizarla. Pensamiento se hace más fácil porque se identifica más con la manera de cantar normalmente la gente».
En su libro Presencia espirituana en la fonografía musical cubana, Marrero refiere la existencia de 23 versiones en disco de la canción, en los más disímiles formatos musicales, que van desde el trovador, a guitarrazo limpio, pasando por agrupaciones danzoneras, hasta la realeza de la orquesta sinfónica. Sin desconocer los artistas de la villa del Yayabo, ahí están las interpretaciones de Omara Portuondo, Tito Gómez, La Sonora Ponceña, Marco Antonio Muñiz…
No obstante, a la par de la difusión de Pensamiento, Teofilito sufrió por casi cuatro décadas el despojo autoral de la obra, historia surgida el 15 de marzo de 1923, cuando la grabaron Eusebio Delfín y Rita Montaner para la RCA Víctor con el acompañamiento de la orquesta dirigida por Eduardo Sánchez de Fuentes, consignado en la placa discográfica como el padre de la pieza.
En un diálogo grabado, que atesora el fondo patrimonial de la emisora CMGL, Radio Sancti Spíritus, el mismo Teofilito ofreció su versión sobre el origen del entuerto. Narró el compositor que un cantante oriental, llamado Eutimio, radicado en la cuarta villa, se llevó la canción para Camagüey, donde la escuchó Sindo Garay, quien la sumó a su repertorio. Luego el autor de La tarde, amigo de Sánchez de Fuentes, partió hacia La Habana, y allí se grabaría por primera vez a nombre de este último.
En 1962 el pianista y musicólogo Odilio Urfé, entonces director del Instituto Musical de Investigaciones Folclóricas, tomó cartas en el asunto para esclarecer el error. «El momento más emocionante que yo he tenido fue cuando me reconocieron la canción Pensamiento», señaló su autor años más tarde.
Ahora bien, ¿qué circunstancias rodearon el nacimiento de la canción en aquella tarde de 1915? En la finca del hacendado Juan Ordaz, en las cercanías de Guasimal, poblado al sur de la ciudad, se celebraba el cumpleaños 16 de Rosa María Ordaz, llamada Fragancia. Un juego floral, organizado por Francisco Milanés, acaparaba la atención de los presentes. «Las mujeres llevaban el nombre de una flor y los hombres teníamos un número; yo era el número 10. Ese juego lo corríamos al son de un vals con unos versos, que el mismo Milanés me trajo cuatro o cinco días antes a casa».
Luego vino el gesto de galantería de Rafael Gómez a la cumpleañera, quien le había recriminado amigablemente que no había cantado para ella; impelido, el músico le respondió a través de otra joven, bautizada con el seudónimo de Pensamiento para la ocasión. Guitarra en mano, el trovador, fallecido el 7 de abril de 1971, interpretó con galanura: Pensamiento:/ Dile a Fragancia que yo la quiero/ Que no la puedo olvidar/...
Así surgía este himno en tierra de trovadores como Miguel Companioni, autor de Mujer perjura, número antológico de la música espirituana; Rafael Rodríguez, Alfredo Varona y Manuel Gallo, entre otros muchos compositores, cuyo legado lo defienden hoy los no menos emblemáticos tríos Miraflores, D’Gómez y Colonial, sin desestimar otros cultivadores de las melodías nacidas en esta comarca.
Es explicable, entonces, que en cualquier esquina de la villa o frente una alta ventana colonial, usted encuentre a un trovador, acurrucado a su guitarra, aljibe de arpegios y amores: (…) Dile que yo la venero/ Dile que por ella muero/ Anda y dile así/ dile que pienso en ella/ aunque no piense en mí.