- Para recordar.
El Ron Santiago de Cuba 500 le invita a recordar los cinco siglos transcurridos en la más caribeña de las ciudades cubanas. Le remontará hasta el año 1515, cuando la isla Juana tenía creadas siete poblaciones coloniales que fueron fundadas por su gobernador Diego Velázquez. La última de estas Villas, instituida el 25 de julio de ese año, se nombró, en honor a su santo guerrero patrón, Santiago Apóstol. Fue el puerto de Santiago de Cuba el lugar bien situado para la dominación de las tierras ya conquistadas y para la navegación hacia otros lugares por conquistar.
Por aquel entonces, las zocas —raíces de caña de azúcar que trajera Colón desde las islas Canarias en su segundo viaje— habían prendido exitosamente, gracias a las fértiles tierras, las dulces aguas y el cálido sol oriental. Apenas quedaban vestigios de la población originaria que exprimiera los primeros tallos de caña, pues lo último que se recordaría es la resistencia de Hatuey, aún sumido en la hoguera.
De África comenzarían a llegar negros esclavos con sus credos Yoruba, quienes de a poco sincretizaron en suelo cubano para continuar abonando la nacionalidad de la Isla. Se adentraron forzadamente en los trapiches, donde obtenían el delicioso y reconfortante guarapo que les ayudaba a enfrentar largas jornadas de trabajo y animaba sus festividades religiosas.
Mar adentro, bucaneros y piratas que acechaban las costas de la ciudad en busca de riquezas, bebían destilados de diversos orígenes, pero no fue hasta 1650 que lo hicieron de aquellos provenientes de la caña de azúcar para denominarles rumbullion o killdevil. Esta ruda bebida les había permitido ser lo suficientemente impetuosos como para atacar Santiago de Cuba por primera vez en el prematuro 1538 y en sucesivas ocasiones hasta bien entrado el siglo XVIII. Pero también fue la bebida que en 1704 les dio valor a aquellos corsarios santiagueros que aliados a la Corona española, atacaron las islas Providencia y Siguatey, pertenecientes a la armada inglesa. Con frenesí lograron vencer en la hazaña y traer consigo un suculento botín, hecho que condujo a que el mismísimo rey Felipe V le concediera a la ciudad el título y escudo de “Muy Noble y Muy Leal”.
Uno de los pilares básicos de la economía de la ciudad lo constituía el azúcar. Los chinchales, refinerías e ingenios, junto a la observancia de quienes devinieron Maestros Roneros, modernizaron esta industria que cada vez era más competente en la obtención de alcoholes y aguardientes de calidad. Tanto así, que hasta la Metrópoli se deleitó con este licor.
Tras la revolución de Saint Dominique, arribaron numerosos franceses junto a mulatos y negros libres a la ciudad, y nacieron así los barrios del Tivolí y la Marina, ubicados cerca de la bahía y el puerto, denotando cierta prosperidad para favorecer, a finales del siglo XIX, el establecimiento de fábricas de renombre tales como Bacardí, Castillo, Álvarez Camps y Albuerne, que en su afán de crear un ron más suave, e inspirándose en el proceso de elaboración y añejamiento de brandies y cognacs, contribuyeron al surgimiento del Ron Ligero Cubano, al mismo tiempo que sentaron las bases características de los rones producidos en el Oriente cubano y contribuyeron a la coctelería con su trago Daiquirí.
Pero la ciudad cuna del Ron Ligero, la que ofrece al mundo rones que tempranamente lograron galardones y honores internacionales por su calidad y prestigio, estaba además sumida en las guerras por la independencia durante los siglos XIX y XX, y ofrecía a estas, generaciones de ilustres hijos que le ganan, a fuerza de demostrada entrega, la distinción de Ciudad Héroe con su nuevo escudo: “Rebelde ayer, hospitalaria hoy”.
Durante el siglo XXI, la industria ronera oriental continúo perfeccionándose. Lo nuevo y lo viejo ha convivido desde entonces y para siempre en la Catedral del Ron Cubano, donde barriles nonagenarios poseen los más antiguos caldos, Maestros Roneros resguardan celosamente el know how aprendido de generación en generación, y hasta donde también han llegado los avances tecnológicos para finalmente condensar todo este esfuerzo conjunto, en el reconocimiento más importante que ostentan los rones allí producidos: la Denominación de Origen Protegida Cuba (DOP CUBA).
De estas bodegas sale Ron Santiago de Cuba 500, que no solo le invita a recordar sino a imaginar –si es que no lo conoce- cómo es el pueblo santiaguero: alegre, musical, colorido, multiétnico y cálidamente humano. Al que puede ver o imaginar entre las angostas calles de su ciudad, arrollando carnavales, sonando la corneta china o danzando con su trova bajo un clima intensamente templado que parece hacerles más enérgicos y simpáticos.
De este místico ajiaco de hechos, personajes e historias forjado durante cinco siglos en la ciudad, se conforma la cultura santiaguera en la que conviven sabores, colores y aromas que impregnaron cada época, y de la cual a sorbos le invita a recordar y degustar Ron Santiago de Cuba 500.
En su aroma explica por qué cantores le llamaban “tierra de aromas y saturada de miel”.
En boca resulta un mágico viaje por los variados y suaves sabores de frutos y especias que crecen en esta tierra.
La infinita permanencia de su aroma y sabor, resultan imagen de la permanente alegría de sus habitantes que, al decir de muchos, hablan cantando.
En garganta será inevitable recordar la fuerza del oriental en la defensa de su historia y de su cultura.
El Ron Santiago de Cuba 500 es, ciento por ciento, encuentro privilegiado con el carácter del santiaguero.
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