Acueducto de Santiago de Cuba
Detalle de un antiguo aljibe.

Quinientos años de una ciudad vistos a través del testimonio de sus acueductos

Como otras ciudades en los países de América, la historia de Santiago de Cuba ha estado determinada, en mayor o menor medida, por los usos y manejos del agua, ese recurso imprescindible para el surgimiento y progreso de cualquier colectividad humana.

En un principio, distintos tipos de fuentes suministraron el agua a las primeras villas y poblados fundados por los colonizadores españoles desde el descubrimiento de la isla de Cuba en 1492. Por lo general, el sitio de estos asentamientos se elegía por la existencia de puertos naturales, indispensables para el transporte marítimo, y por su cercanía a ríos, arroyos o manantiales. De ahí, el surgimiento de los primeros sistemas de almacenamiento que existieron en Santiago, como las cisternas, los aljibes y los pozos criollos.

La construcción del primer acueducto fue iniciada en 1838 por el coronel Dionisio Carreño –todavía quedan restos en Paso de la Virgen, entre los poblados de Cuabitas y Boniato. El Acueducto Nuevo tuvo que esperar a 1905. Constituido por el embalse Chalons de 1.5 Hm3 de capacidad y ubicado en la zona conocida anteriormente como el Cocal, constituye la presa en explotación más antigua del país. Ocho años más tarde, la sequía obligó a poner en explotación la cuenca subterránea San Juan.

Luego, en la década del 30 del siglo XX, la crisis permanente de la población de Santiago de Cuba por el agua requirió una acción para resolver este problema, que tomaba un carácter angustioso. Se comenzó de ese modo la construcción, bajo las órdenes del ingeniero cubano Jesús Valdés Roig, de la presa Charco Mono con capacidad  de 4.52 Hm3 sobre el río Cañas. Se terminó en 1939 y fue, hasta ese momento, la mayor ejecutada en Cuba.

Tiempo después, en 1956, el ingeniero civil José Esteban Hernández Pérez diseñó un tanque elevado de aproximadamente 300 m3 de capacidad, que se situó a la entrada de la ciudad, en la planta de tratamiento de agua que abastece a las alturas de Quintero, uno de sus puntos topográficos más altos. El depósito es una curva especial, conocida como Pimpoide, dibujada a mano alzada por el autor. El tanque se levantó en 1959 y por su forma característica resulta una atracción para quienes visitan a Santiago de Cuba.

Aprovechando las aguas superficiales del río Cauto, el embalse Gilbert, primero realizado por la Revolución, se empezó a ejecutar en 1962. A partir de él se emprendieron grandes obras hidrotécnicas en todo el país, y en especial en la provincia. Fue así como surgieron el embalse Parada (1977-1986) y Gota Blanca (1985-1992). En el 2004 se inauguró un nuevo plan de inversiones para la sustitución y ampliación de las redes internas de la ciudad, el cual se encuentra todavía en ejecución.

En la actualidad, el Acueducto No. 1 abastece aproximadamente al 80 % de la población y está conformado por los embalses Carlos Manuel de Céspedes, Gilbert, Gota Blanca, Charco Mono y Chalons, y un sistema de conducción externo compuesto por cuatro estaciones de bombeo.

El Acueducto No. 2 brinda servicios a 60 000 habitantes. Es suministrado de las reservas de aguas subterráneas de la cuenca San Juan. El No. 3 atiende la zona industrial y las residenciales cercanas a la misma. Se alimenta del embalse y cuenca subterránea Parada.

Así, a lo largo de cinco siglos, en busca de soluciones para el abasto del preciado líquido, se emprendieron en Santiago de Cuba relevantes obras hidráulicas que representan un importante patrimonio cultural-técnico. Y es que la historia de los acueductos en la ciudad es tan rica y extensa como la de sus propios habitantes, su música y la de sus calles empinadas.