La buena mesa y la alegría se combinan en la Plaza Vieja a la luz de la luna.
Innumerables bares y cantinas ofrecen lo mejor de la coctelería cubana.
Los tradicionales tríos evocan momentos románticos.

Sin la brillantez artificial del neón enceguecedor, ni de deslumbrantes vallas publicitarias, como sucede en otras capitales, la noche habanera se ilumina con la alegría natural de sus moradores, que se torna presente en cualquier reunión social, en bares, cantinas, restaurantes y fiestas populares, en las esquinas más concurridas de la ciudad, o a la entrada de un cine, como el Yara, de L y 23, en el Vedado, frente al emblemático hotel Habana Libre y la heladería Coppelia, que ganó fama mundial gracias al filme Fresa y Chocolate.

Aquí comienza la famosa Rampa, la amplia avenida que desciende hacia el Malecón, y que todavía sigue siendo punto de encuentro preferido de jóvenes, parejas y grupos de amigos, para desde allí decidir por dónde se van a colar en esta noche de fiesta que se extiende por todos los cantos de la ciudad. Por allí circula también un buen número de visitantes, debido a la gran cantidad de hoteles ubicados en las cercanías, como el Hotel Nacional, que dispone de su legendario Cabaret Parisién y unos amplios jardines, donde a la vera de un típico rancho criollo para comer asados y degustar un buen mojito, se puede escuchar un buen trío o un conjunto sonero. Cerquita reluce, en la calle 21, el Salón Rojo, otro recinto de gran preferencia por los amantes del baile. Y qué decir del Pico Turquino del Habana Libre, una sala de shows artístícos y fiesta, situada en su último piso, como quien dice el techo de La Habana, donde a cierta hora la cobertura se descorre y deja ver las estrellas. Por la Rampa abundan los clubes donde se puede disfrutar del buen jazz, peñas de boleristas o de humoristas. A unas pocas cuadras, bajando hacia el Malecón se choca uno con el Gato Tuerto, otro legendario centro nocturno, antiguo rincón del filin, esa peculiar manera de cantarle al amor y de escuchar música de la buena, donde reinaron en sus buenos tiempos Frank Domínguez y Elena Bourke, entre otros. Y si uno está de suerte puede ser que esta noche, allí cerca, en una gran explanada frente al mar, con el Hotel Nacional como telón de fondo, se esté realizando un gran concierto de música popular al aire libre, en los que muchachas y muchachos cantan y bailan hasta la madrugada.

Un ambiente semejante, rodeado del hechizo de las fortalezas, mansiones e iglesias coloniales, a la vista de la bahía habanera, se disfruta en los aires libres de la Avenida del Puerto, en los innumerables bares y cafés de las plazs y calles interiores de la Habana Vieja. Adentrese por sus callejuelas y descubirá ese lugarcito soñado para reencontrarse con una historia de siglos, hablar de amor y de poesía, o de cosas cotidianas, y ver cómo disfrutan esos otros septuagenarios soneros que pueblan los alrededores de la Plaza de Armas, la Catedral, la calle Obispo, y que nada tienen que envidiar al famoso Buena Vista Social Club, porque al fin y al cabo son de la misma estirpe.

Si le da por caminar por el Malecón verá como se divierten los habaneros, a orillas del mar, románticas parejas, grupos de amigos que comparten su roncito al aire libre, gente de todas las edades, que viene y va, en santa paz, aspirando los aromas salinos de las olas que rompen en el muro, salpican y refrescan. Por ese camino puede llegar hasta las puertas de los hoteles Riviera y Meliá Cohiba, el primero con un fantástico cabaret de donde le costará trabajo desprenderse y el segundo con el Habana Café, originalmente decorado y ambientado por excelentes grupos musicales.

La noche habanera, “noche cubana, morena y bonita”, como dice la canción, tiene un templo supremo un poco más hacia el oeste de la capital, en el famoso cabaret Tropicana, “un paraíso bajo las estrellas”, donde las pasarelas del show se integran al entorno de plantas y árboles naturales que brindan su frescor en una comunión con todo lo que hay de bueno para el alma divertir. Diviértase, pues. La rumba, el guaguancó, el cha-cha-chá, la timba, el son, la guaracha, o el rock cubano, el hip-hop, el funk y el reggetón, todo en una gran fusión, como se dice ahora, lo harán saltar de su silla, bailar, rumbear o pachanguear, que es igual, disfrutar de lo lindo, en una noche para recordar.