Castillo de la Fuerza.
Iglesia de San Francisco de Paula.
La amplia Plaza de San Francisco de Asís, seductora de niños y adultos.
Callejuelas de adoquines.

Amparada por el santo patrón de los viajeros, la Villa de San Cristóbal de La Habana asume la vocación de su protector al convertirse en singular destino cultural y turístico del Caribe. Ilustres caminantes descubrieron sus bondades desde épocas tempranas. La condesa de Merlín, el barón Alejandro de Humboldt, la escritora Fredrika Bremer, dejaron constancia de sus impresiones sobre esta ciudad de alma marinera.

La opulencia de castillos y fortalezas, la estrechez de las calles, la amplitud de las plazas conviven con profusas balconaduras y columnas, bellos patios interiores y un incansable repertorio de vitrales, rejas, faroles que protagonizan el diálogo permanente entre la grandeza y el detalle.

La Habana no ha perdido su encanto original a la vez que se inserta coherentemente en el discurso de la modernidad. Heridas restañadas, estructuras consolidadas, barrios enteros salvados, hablan por sí solos del avance de la gesta restauradora que intenta devolver la fisonomía a uno de los grandes patrimonios de la humanidad y el goce de habitarla a sus pobladores.

Pródiga en estilos arquitectónicos, el caminante de los nuevos tiempos descubre un programa que pondera el arte, la literatura, el patrimonio y el bienestar social.

Con prolija variedad temática, los museos de la vieja Habana guardan con el celo del buen cuidador memorias de toda la Nación. Una serie de instituciones, arraigadas a las costumbres de sus gentes, reservan piezas de imprescindible mirada para quien aspire a conocer el país. El Museo de Arte Colonial, con colecciones de muebles, vidrierías, entre otros detalles ornamentales de las casas habaneras; el Museo del Tabaco cual, elogio a ese símbolo de la cubanía; la Casa de la Obrapía y su estela de leyendas y tradiciones; la Casa de la Orfebrería o el Depósito del Automóvil, con sus historias rodantes, testimonian el alma del cubano.

Bajo el nombre de Museo Casa Natal de José Martí, el lugar que acogió el nacimiento del más universal de los cubanos, convertido en principal exponente de su vida y obra, exhibe la mayor colección de fotos y objetos personales del Maestro. Para constatar la intensa labor intelectual y revolucionaria del Héroe Nacional no hay mejor comienzo que acercarse a esta casita de la calle Paula (hoy Leonor Pérez 314).

Otrora residencia de los Capitanes Generales de la isla de Cuba, sede de los gobiernos coloniales, de la República y testigo de momentos relevantes de la historia del país, el Museo de la Ciudad muestra en sus elegantes salones ambientes propios de la época, objetos de alto valor artístico y un lugar para la evocación de las luchas independentistas y los patriotas que las encarnaron.

Alrededor del gran museo, casas especializadas en temas de carácter etnográfico, memorial, entre otros centros, dinamizan la vida cultural de la ciudad que va desde la presentación de una pieza museológica hasta la puesta en escena de una magnífica obra.

Convertida en la más importante galería urbana, La Habana Vieja concede espacios a la fotografía, el grabado y a las tendencias más novedosas de las artes visuales. Vivir la ciudad que pintan es el deseo de los artistas que encuentran en este entorno la inspiración para sus creaciones. Las particulares poéticas de Roberto Fabelo, Pedro Pablo Oliva, Zaida del Río, Ernesto Rancaño, Nelson Domínguez, Choco y los ceramistas del grupo Terracota 4, encuentran en esta zona la sede ideal de sus estudios galerías.

Atraídos por el entorno marcado por el arte y la tradición, miles de visitantes acuden a las estancias que una vez cautivaron a comerciantes, marinos y personajes ilustres. Varios de aquellos paradores donde hallaron reposo para su permanencia en la isla se han transformado en atractivos hoteles de lujo o en novedosas modalidades de hospedaje, liderados por la compañía Habaguanex S.A.

Sorprenden al visitante la majestuosidad del centenario hotel Santa Isabel y la oportunidad de alojarse en el Ambos Mundos, donde Ernest Hemingway vivió y escribió una de sus excelentes novelas. Proliferan en el área un conjunto de hostales que remedan ambientes medievales, mesones y tabernas a la usanza española, atmósferas intimistas y otros originales sitios concebidos para los gustos más exigentes.

Una red de tiendas, caracterizada por su apego a la tradición, permite al viajero llevar consigo un recuerdo de la ciudad. La Perfumería Habana 1791 ofrece fragancias de la época colonial, mientras Colección Habana y la Casa del Abanico expenden productos distintivos de ambientes y antiguas costumbres. Bordados y tejidos heredados por la tradición manual de las cubanas aparecen en colgadores que verifican el quehacer del gremio de Belén. Seducidos por los aires renovadores que signan a esta ciudad, pobladores y visitantes no tienen otra alternativa que celebrar con ella su nacimiento.

Celebración fundacional Hoy los aires fundacionales rondan los predios de esta urbe que acumula 485 años de establecida en las márgenes del bienaventurado Puerto de Carenas. Quienes concurran por estos días a su parte antigua podrán presenciar una tradición que el tiempo no ha podido opacar. Cada 15 de noviembre los habaneros en silenciosa peregrinación acuden al monumento que reverencia los primigenios misa y cabildo. Una vez allí, rondan tres veces la simbólica ceiba y piden igual número de deseos con la ilusión de que San Cristóbal escuche su llamado. Para esa noche, ya La Habana luce las galas que ha tejido durante los días precedentes con la intención de celebrar su aniversario.

Bajo el título Personalidades en La Habana, el Museo Numismático en su magnífica sede de la calle Obispo muestra de medallas que rememoran a José de la Luz y Caballero, Félix Varela, José María Heredia, José Martí, Carlos J. Finlay, entre otras grandes figuras de la ciencia, el arte y la política, nacidas en la ciudad o que dejaron su impronta en ella.

Frente al malecón habanero, pétreos rostros de mujer anuncian la existencia del Centro Hispanomericano de Cultura, continuador del legado de Emilio Roig y Fernando Ortiz. En este espacio se reflexiona sobre el impacto de las culturas clásicas en las expresiones contemporáneas, tema central del evento Lo clásico, que incluye una exposición de cerámica contemporánea, y expresiones como el teatro, la música, la literatura, el cine documental y de ficción.

La música coral y de cámara celebra a la ciudad desde los predios de la Basílica Menor de San Francisco de Asís. En este convento, antaño villa de los monjes franciscanos, se funden los acordes musicales con la exposición permanente de arte religioso y las mejores expresiones del arte contemporáneo. Las bicentenarias paredes de esta edificación albergan un proyecto curatorial que indaga en el tratamiento de la imagen de los monumentos en la pintura cubana de la última década. Además de la mirada a las edificaciones habaneras, los artistas convocados abordan la ciudad marcada por su gente, al tiempo que inciden en la problemática de la identidad cultural.

Otra maravillosa sala, el Oratorio San Felipe Neri, templo consagrado a la música lírica, adiciona a su belleza arquitectónica la exquisitez de las propuestas artísticas. Arqueología, historia y museología se combinan en este antiguo predio que propone un concierto de habaneras, a cargo de importantes figuras del Teatro Lírico Nacional. Un escenario a cielo abierto da paso a lo mejor del mundo del espectáculo. Justo al sonar el cañonazo de las nueve, el Anfiteatro del Centro Histórico presenta una función donde el compás de habaneras y los más reconocidos temas de la música tradicional constituyen una lírica ofrenda al aniversario fundacional.

Con más de cien años de existencia, la Banda Nacional de Conciertos sale a la calle de madera, en la Plaza de Armas, para dedicar un programa a la urbe que la abriga. A su alrededor, la gente se detiene y escucha un programa con lo mejor del patrimonio sonoro de la isla. La vida cultural de la zona escapa de las paredes de los museos y centros culturales y se manifiesta en plazas y calles donde el hecho artístico se convierte en un suceso de participación.

Desde horas de la mañana, el colorido y la gracia de los zanqueros atrapa con sus espectáculos de teatro callejero, a quienes transitan La Habana Vieja y los conduce al conocimiento de los más recónditos espacios citadinos.

En una de estas fiestas callejeras se puede acceder a la renovada Plaza Vieja y disfrutar la presentación de Shakespeare y sus máscaras, con coreografía y dirección de Alicia Alonso. Los arcos del Palacio del Conde de Jaruco se tornan escenario natural de las tragedias amorosas de Romeo y Julieta. Desdoblada en múltiples pretextos para la creación, la ciudad que un día peregrinara de sur a norte hasta encontrar su establecimiento definitivo celebra su aniversario en pleno movimiento. Para evocarla habrá que acercarse al inventario infinito de sus riquezas y sumarse al espíritu que la habita.