En 1933 volar era todavía, en gran medida, una faena de aventureros. Pocas décadas separaban la fecha de los inicios de la aviación y atravesar el mar parecía para mucho un acto de temeridad sin límites. No obstante, la idea se gestaba.

Ya había ocurrido el vuelo del Plus Ultra, primero que cruzó el Atlántico pero con paradas, y en su preparación había adquirido experiencia el capitán de ingenieros Mariano Barberán y Tros de Ilarduya, quien en 1932 concibió que “en mi opinión el vuelo Sevilla-Cuba es posible, no es una utopía!”.

La idea fue bien acogida. Tras finalizar la campaña de África y la guerra de Marruecos, el Gobierno de la II República Española deseaba relanzar las relaciones con los países que habían sido colonias; además, con el desarrollo de la aviación, existía el objetivo técnico de abrir una nueva ruta comercial aérea entre España y América. De esta manera, surgió la iniciativa de cruzar sin escalas el Atlántico y entregar un mensaje del Presidente de la República a las autoridades mexicanas, luego de pasar por Cuba.

Junto al capitán Barberán (navegante y segundo piloto), viajó el teniente Joaquín Collar Serra, piloto, amigo y excelente colaborador. Una tercera persona no despegó, pero sin él hubiera sido imposible: el sargento Modesto Madariaga, mecánico de asistencia en tierra, un profundo conocedor del aparato que habría de utilizarse.

El avión era un Breguet XIX GR (Gran Raid) Super-Bidón, sesquiplano, con motor Hispano Suiza 12 Nb de 650 caballos y 12 cilindros en V, desarrollado a partir del Breguet Bre 19 TR ‘Bidon’.  Su nombre: Cuatro Vientos.

Fue fabricado especialmente para la ocasión: se le ampliaron aún más la capacidad de su gran depósito, lo cual, dada su posición en el centro de la estructura, equivalía casi a rediseñar por completo el avión. Llevaron 5 000 L de gasolina en 8 depósitos y 200 de aceite. Para sorpresas de Excelencias del Motor, el lubricante utilizado fue Castrol.

La nave tenía la cabina cerrada y un panel de instrumentos de vuelo muy completo con instrumentos de motor, dos brújulas, un altímetro, variómetro, reloj, integral de vuelo con anemómetro, indicador de virajes y de inclinación transversal. A fin de aligerar en lo posible el peso, no llevaban equipos de radio. 

Partieron de Sevilla el 10 de junio de 1933 a las 04:40. Emplearon 1 500 m de pista para el despegue, casi todo el aeródromo. En ese momento, se trataba de la distancia más larga recorrida en una aeronave sobre el mar y por primera vez se hacía un viaje directo de un continente hasta una isla. No había espacio para el más mínimo fallo de navegación, pues tenían un solo motor y porque un mínimo desvío malgastaría el combustible y haría imposible el aterrizaje en tierra. 

A pesar de diversas incidencias, como una indisposición de Collar, siguieron la ruta prevista con desviaciones mínimas: Tablada (Sevilla), Madeira (Portugal), San Juan (Puerto Rico), Guantánamo (Cuba) y Camagüey, donde finalmente aterrizaron el 11 de junio a las 20:45 hora local, después de 39 horas y 55 minutos de vuelo, y 7 895 km. 

Barberán y Collar pretendían arribar directamente en La Habana, pero la falta de combustible y el mal tiempo los obligaron a descender en la pista de Camagüey. La Aviación Cubana los ovacionó y galardonó, el pueblo camagüeyano salió a las calles. También los esperó el sargento Madariaga, que tuvo que hacer frente a una complicada incidencia: reparar una grieta en el gran depósito central.

En La Habana, siguiente parada, más de diez mil personas recibieron y despidieron al Cuatro Vientos y a su tripulación. 

El 20 de junio salían en la segunda etapa de la travesía, esta vez de tan solo 1 920 km de La Habana a México, que según los cálculos, les tomaría unas 12 horas. Sin embargo, nunca llegaron al destino. En la ciudad de México, más de 60 000 personas encabezadas por el expresidente Plutarco Elías Calles, aguardaron bajo la lluvia su llegada durante casi un día. El Cuatro Vientos desapareció y, pese a las tantas historias que han surgido para agrandar y mitificar la leyenda, al día de hoy se desconoce qué pasó con Barberán y Collar.

El radiador del Cuatro Vientos fue lo único que se pudo recuperar. Junto a la carta de navegación que permaneció en Cuba y una reconstrucción del avión, se exhibe en el Museo del Aire de Cuatro Vientos en Madrid. 

Por una orden de la Jefatura de Aviación, del 21 de febrero de 1934, la República Española concedió la Medalla Aérea a ambos aviadores y se dispuso que sus nombres figurasen permanentemente en la Escalilla de Aviación Militar a la cabeza de sus respectivos empleos. En el año 1936, el vuelo del teniente Antonio Menéndez Peláez, de Cuba a España, devolvió la visita del Cuatro Vientos.

En Camagüey, un busto se levanta en honor a los héroes; en Sevilla, una lápida con fecha 12 de noviembre de 1933 reza: “A la gloriosa memoria de Barberán y Collar, artífices del vuelo a Cuba y víctimas en la ruta a México”.