La Colmenita de Mabelita
Hay silencio. Todos están concentrados. “Vamos a imaginarnos en una playa. Oigan el susurro del mar, caminen, caminen por la arena. Métanse en el agua. Naden”. La veintena de niños de diferentes edades, sobre el piso, están chapoleteando en pleno mar. Se echan agua unos a otros, se ríen y divierten.
Están en una salita pequeña, estrecha, poco iluminada, en una especie de teatricoimprovisado, que dirige, desde una esquina, una muchacha desde su sillón de ruedas. Mabel Cedeño Pérez tiene apenas veinte años y no mide más de un metro.
Pero su voluntad es más grande quela enfermedad que padece desde que nació, una osteogenesis imperfecta con descalcifi cación en los huesos, nombre extraño para algo que no ha logrado detener sus deseos de convertirse en instructora de arte, o ser durante años una de las protagonista de La Cucarachita Martina, en la sui generis versión que montara La Colmenita.
Desde hace casi diez años ella dirige supropia Colmenita, en Boyeros,un municipio periféricode la capital cubana,y con sus muchachosorganiza funciones en los barrios, en teatros o sale de gira portodo el país. “Ahora están subiendo una montaña. La ropa ya se les secó. La montaña es alta, muy alta. Traten de escalarla. Ayúdense con las manos. Afi nquen los pies. No se paren. Sigan”.
Así, mientras los niños aprenden a representar jugando varias situaciones,Mabelita, como todos la conocen, nos cuenta de cómo estudiando en la Escuela Especial Solidaridad con Panamá, se insertó en La Colmenita junto a otros niños discapacitados físico-motores.
De allí surgió no solo una vocación, sino el deseo de hacer ella también algo por los demás. Y nació La Colmenita de Boyeros, un proyecto que se ha convertidoen referencia como trabajo de salud mental y comunitario. –Las cosas no han sido fáciles. Los vestuarios los hemos hecho con nylon y ropas en desuso.
Los escenarios con ayuda de algunos padres y los dibujos de los niños, quienes a su vez ayudan a confeccionar su propia ropa. –Nosotros no exigimos un vestuario específi co, ni un tipo de tela determinada. Lo importante es lograr que los padres y sobre todo los niños se sientan bien y hagan algo sano.
Gracias a eso han montado obras como la propia Cucarachita Martina, Meñique, El Guatecazo, o Mi Niña Imaginada, donde los pequeños se divierten jugando a hacer teatro, “porque yo no quiero formar actores o actrices, sino buenas personas, independientemente que decidan ser médicos, maestros u obreros”.
“Ahora hemos llegado a un prado verde, lleno de mariposas. Miren como hay luz, déjense caer en la hierba, descansen, si quieren báñense en el río, jueguen con las pelotas. Al fi nal hemos llegado a nuestro refugio, a la meta”.
El taller para desarrollar habilidades gestuales en los niños ya fi naliza. Son casi las ocho de la noche y los padres esperan afuera. Los pequeños han estado dos horas que se les pasaron volando.
Estuvieron en el mar, en el desierto, subieron una montaña, cruzaron un pantano, atravesaron una cueva, y al fi nal llegaron a un verde prado. –Es difícil, pero si tenemos voluntad y deseos de seguir adelante, se consigue, –dice sonriente Mabelita, mientras nos despide desde su sillón de ruedas, que hace mucho rato, aunque ella misma no se dé plena cuenta, le queda chiquito.