Lisboa
Lisboa no es una ciudad para descubrir con prisas, la capital lusitana marítima, abierta, bella y melancólica nos desvela sus encantos, pese a la pérdida de gran parte de su patrimonio monumental debido a catástrofes naturales, como el célebre terremoto de 1755, que devastó la urbe. Otra catástrofe, ya en pleno siglo XX (1988), el incendio en el mes de agosto, destruyó mas de 11.000 metros cuadrados del barrio Chiado, llevando de nuevo a la ciudad a las crónicas de sucesos.
Dice la leyenda que Lisboa debe sus orígenes a Ulises, que gracias al viento soplado por una diosa, halló refugio en el estuario del Tajo y fundó Ulissipo. Los primeros colonizadores fueron los fenicios pero los impulsores fueron los romanos, quienes conquistaron Lisboa en el 205 antes de Cristo. Posteriormente, Julio Cesar hizo de esta urbe una de las más importantes de Lusitania.
Finalizada la dominación romana y ya convertida en una fortaleza, paso a manos de alanos y visigodos, hasta que en el año 714 comienza el periodo musulmán. El primer rey portugués, Alfonso Enriques, aprovechó en 1147 el paso de los cruzados a Tierra Santa para incitarlos a conquistar la ciudad. En 1255, con la proclamación como capital por Alfonso III, y culminada la reconquista, Lisboa comienza su gran desarrollo. Durante el siglo XIV comienza a florecer su vocación marítima, aunque durante este siglo la ciudad sufrió varias plagas de peste, un terremoto y, políticamente, el asedio de Juan de Castilla. Es en el siglo XVI cuando se convierte en el punto de entrada de las riquezas ultramarinas y punto de salida de expediciones, de este modo pasa a ser una gran ciudad europea como lo eran en ese momento Venecia o Sevilla. A finales de ese siglo, su unión con la corona española no debilitó su gran apogeo, ya que Felipe II supo darle las atenciones que necesitaba. Recuperada su independencia durante el siglo XVII, comienza de nuevo un gran periodo de prosperidad, debido fundamentalmente a las riquezas traídas desde Brasil. En 1755 se produce el célebre terremoto y la urbe pasa a ser reconstruida ya de una forma peculiar, con un trazado perpendicular, algo muy innovador para la época y por tanto muy criticado. A finales del siglo XIX, otra gran transformación, al trazarse la Avenida da Liberdade como una gran arteria que ha servido de modelo a las Avenidas Novas, claves en el desarrollo de Lisboa. La ciudad más contemporánea surge durante la dictadura de Salazar, bajo cuyo mandato se levanta el puente sobre el estuario del Tajo (1966) y, en la época de los ochenta, comienzan a elevarse los rascacielos. Otra gran catástrofe asola Lisboa, un gran incendio en agosto de 1988 hace de nuevo necesario la reconstrucción de la ciudad. Es el arquitecto Siza Vieira quien se encarga de ello, cuyo gran proyecto es integrar los modernos edificios para que no tapen el sol ni impidan el paso de la brisa marina. Con el pasado en la mente y la vista en el futuro, aparece una nueva Lisboa durante la Expo del 98. Rebosante de historia, fue remozada para acoger a los millones de turistas que la visitaron. Un dato a tener en cuenta: la participación hispana en la Expo fue la segunda más importante, tras la del propio país organizador. Fueron numerosas las grandes obras de infraestructura llevadas a cabo, pero podemos destacar el puente de Vasco da Gama, el mayor de los de su tipo construidos en Europa y que canaliza el tráfico procedente del este. La obra de la estación de Oriente, realizada por el español Calatrava durante la Expo del 98, es la primera del país en unir líneas de metro, autobús y tren. El recinto de la Exposición de Lisboa se levantó sobre las antiguas instalaciones de una refinería y su tema fue dedicado al mar y los océanos, a la relación del hombre con el agua a través de la historia. Toda esta gran infraestructura actualmente ha quedado como complejo cultural y de negocios.
Paseando por sus calles, el visitante se embarca en la aventura de sumergirse en el pasado y presente de la capital lusitana, saboreando sus contrastes, explorando sus múltiples atracciones y atractivos. Tierra de un milenario encuentro de culturas, Lisboa ha sabido unir la tradición y la modernidad, la vida de sus barrios y el cosmopolitismo, que sabe recibir para que descubramos sus colores, olores y, fundamentalmente, el sonido de esta fascinante ciudad.