Costa de Sayulita.
San Sebastián en las montañas.

Punta Mita, la punta más al norte, es un pequeño pueblo pesquero que posee muy buenos restaurantes y playas casi vírgenes. Si queremos visitar algunas donde parezca que el tiempo se ha detenido, nuestra recomendación es San Francisco, conocido como San Pancho, a unas 25 millas de Vallarta. El viaje merecerá sin duda la pena y no sólo porque sea uno de mis lugares favoritos de todos cuantos he conocido. Una playa inmensa con la desembocadura del río, pájaros volando sobre nuestras cabezas y olas para buenos nadadores y surfers. Es de los pocos lugares en el mundo donde aún podemos escuchar el silencio y pensar.

Muy cerca está Sayulita, pueblito con mucho sabor y más gente, restaurantes y tiendas que San Pancho, pero con un ambiente muy peculiar, muy agradable para dar un paseo y curiosear.

Si nuestras preferencias están más dirigidas a las reservas naturales, Islas Marietas será el paraíso con delfines, tortugas, mantas raya gigantes y 86 tipos diferentes de pájaros para observar.

Si pueden disfrutar de un poquito más de tiempo, dediquen uno o dos días a visitar San Sebastián, Talpa de Allende o Mascota, en Sierra Madre.

San Sebastián es un pueblito en la montaña con clima fresco y una paz increíble. Nada ha cambiado en 500 años; es delicioso dar un paseo, desayunar en Casa Lupita con un buen chocolate caliente y no hacer nada más que respirar naturaleza.

Ya se habrán dado cuenta de que no hay tiempo para el aburrimiento en este lugar mágico de la tierra; sin duda los dioses pasaron en algún momento por aquí para crear tanta belleza fascinante.

EL SILENCIO DE SAN PANCHO

Algo tan simple como el silencio puede resultar un descubrimiento en lugares como San Pancho. En medio de nuestra vida rodeada de ruidos cotidianos, autobuses, gritos y máquinas, pasar el día en este lugar puede ser una gran opción para encontrar la paz.

A tan solo 45 minutos de Puerto Vallarta, al noreste, existe un lugar que parece haberse detenido en la edad de los dinosaurios. Su playa salvaje y casi desierta, con olas interminables y bravas, pone al descubierto un mar que parece concebido para nadadores expertos. Sorprende sentarse al borde de la arena, salpicada por gotas microscópicas, mientras el sonido creciente e inmenso del mar llega y te toca el alma, haciéndote sentir que la belleza aún existe en su estado más puro.

De pronto sientes que unas sombras se mueven sobre tu cabeza y al levantar los ojos, allí están los pájaros alineados. Los pájaros en San Pancho son especiales. Vuelan en grupos, organizados, como amigos, siguiendo a un líder. Y permanecen perfectos, rompiendo el azul cielo con las alas, planeando sobre el mar.

Puedes perderte en tus propios pensamientos durante horas, en este pequeño pueblo ajeno aún a la locura inmobiliaria, pero no a salvo, ya están llegando...

Eso es lo especial de México, puedes disfrutar de cosas olvidadas. San Pancho es todavía una burbuja de aire puro en la que respirar, aunque sólo sea por un día.