JOYA de PANAMA Teatro Nacional
Corría el año 1904 y la Nueva República de Panamá vivía momentos de gran esplendor económico.
Fue entonces que las autoridades comisionaron a Genaro Ruggiere, arquitecto italiano, para la construcción del Teatro Nacional. Ya desde mayo de ese año, el presidente Manuel Amador Guerrero, había oficializado la construcción del Teatro Nacional y un Palacio de Gobierno que daría un renacer a la cultura en los albores de la nación. Panamá era entonces escenario de eventos teatrales en la época del Canal Francés, permitiendo un auge económico, social y cultural.
Diversas compañías y artistas hacían una escala temporal en la ciudad durante sus giras, lo que facilitaba a los empresarios la contratación de espectáculos que por la sola posición geográfica del país tenían garantizados su realización. Primera presentación artística La inauguración artística del Teatro tomó poco tiempo. Desde el 4 de octubre comenzaron a aparecer en los periódicos la noticia del arribo de la Compañía de Ópera Lombardi, que por gestiones de Don Narciso Garay, venía contratada para una serie de presentaciones en Panamá.
Unas semanas después, el puerto de Colón daba la bienvenida al vapor Parismina en que viajaba la compañía, integrada por 25 artistas principales, 8 actores secundarios, igual número de bailarines de ballet, un coro de 30 voces y una orquesta de 12 músicos; todos bajo la guía de Don Mario Lombarda.
El traslado a la capital del voluminoso equipaje necesitó 20 vagones de ferrocarril y un gran esfuerzo en el trasbordo. Finalmente todo llegó en buen estado a la ciudad capital y se fijó la primera función para el día 22, anunciándose con gran profusión el estreno de la ópera Aída de Verdi.
Como si fuera poco, la toma de gobierno de Don José Domingo de Vistosas lámparas , arte simbólico del maestro Roberto Lewis y y una fachada singular forman parte de la identidad del Teatro Nacional de Panamá Obaldía coincidió con la inauguración del Teatro Nacional, un primero de octubre de 1908. De modo que el nuevo mandatario, miembros de su gabinete e invitados especiales ocuparon los palcos de honor la noche del estreno. La función se inició exactamente a las 8:40. El profesor Narciso Garay dirigió la orquesta que abrió con una marcha patriótica de su inspiración, especialmente compuesta para tan memorable día.
Las crónicas y comentarios posteriores a la fecha del estreno destacaban la singular maestría de los intérpretes, sobre todo de la señora de Benedetto quien cautivó a la concurrencia con su bella voz y su capacidad histriónica.
La belleza de los decorados y todas sus luces refulgentes, servían de fondo a las damas bellamente ataviadas quienes lucieron para la ocasión sus más lujosos trajes y costosísimas joyas. Así entraba en la historia este lugar; con el apoyo a la cultura en los planes del Estado, colocando a una joven república independiente en un lugar avanzado en América, con un teatro, digno de las mejores ciudades del mundo. Espacios de Encanto Cuando se entra al Teatro Nacional se respira el halo mágico que envuelve el recibidor y la antesala de los entreactos. Pero son muchos los espacios que reclaman la atención del espectador.
El Foyer, por ejemplo, ubicado en el primer piso con su útil función de área espaciosa entre acto y acto; o la decoración matizada por el arte simbólico de los maestros Roberto Lewis y Enrico Corrado. Del propio muralista Lewis es el Plafón, obra de alto valor artístico, dedicada al nacimiento de la nueva república, en cuyo diseño se representa de manera alegórica la majestad de la patria al lado de Apolo, las musas y otras figuras clásicas. Piezas que fueron pintadas por su autor entre 1897 y 1908, cuando fungía como Cónsul de Panamá en Francia.
Conocido como el antiguo Cuartel de las Monjas, el Teatro Nacional, cuenta con capacidad para 853 personas, distribuidas en anfiteatro, platea, dos pisos de balcones y una galería. Un espacio artístico con una arquitectura de teatro de opereta de corte italiano, además de un amplio vestíbulo que con la calidez de los colaboradores del Instituto Nacional de Cultura reciben al visitante y facilitan el acceso a las diferentes áreas.
En la planta baja, el escenario brinda una estudiada profundidad para el desplazamiento de las actividades y el fondo ha sido mejorado para adecuarlo a las dimensiones de las orquestas modernas. La platea y las dos áreas de anfiteatro forman una luna con una excelente disposición de cómodos sillones y una inmejorable vista al escenario.
En sus 100 años de existencia, las mejores compañías de América y Europa han desfilado por esta institución y representado en sus tablas grandes clásicos como Aída, Carmen, Lucia de Lammemour, La Flauta Mágica, Tosca y Fausto. Reconocidas figuras internacionales como Margot Fontaine, Alicia Alonso, y músicos panameños como los esposos Nelly y Jaime Ingram, Alfredo de Saint Malo, Roque Cordero, Herbert de Castro, Eduardo Charpentier y Carmen Cedeño han brindado también su arte a esta institución que es hoy gloria y orgullo de todos los panameños y del ser humano que extrapola su pensamiento hacia otras épocas.