Una tarde con los KUNAS
Su nombre, Kunas, posee el significado de la cuna para los bebés y proviene de la creencia de que ellos son los bebés de Dios, quien les protege y les cuida.
Sus habitantes son de estatura pequeña, cortos de cuello y cabeza grande, con piernas cortas y pies pequeños. Las costumbres que rigen en este poblado son totalmente distintas con respecto al resto del archipiélago, ya que cada una de las islas tiene sus propias normas, por lo que sus habitantes son extranjeros cuando salen de ellas.
Aquí encontramos una sorprendente combinación entre las costumbres más ancestrales y las más modernas, como es el caso de que los habitantes Kunas te cobren un dólar por cada foto que les tomas y diez si quieres hacer fotos de la calle principal del poblado.
Practican la monogamia y el adulterio es un delito. Su jefe es el Sáhila, que tiene autoridad en la comunidad donde vive. Por su parte, el Nele es el jefe de varias comunidades. Las casas están realizadas todas con cañas, duermen en hamacas, y en sus interiores hay una curiosa combinación de objetos, ropas y componentes de la familia que comparte la misma estancia. Viven de la agricultura, básicamente del coco, el maíz, el cacao y la yuca, y ahora también del turismo. En cada hogar Kunas las mujeres elaboran «molas», telas bordadas con alegres colores que después se utilizan para confeccionar ropa, cojines, cuadros y otros elementos. También componen «winis», pulseras que tejen alrededor de las muñecas y de los tobillos, blusas bordadas, caretas y collares, que exhiben en cada puerta.
Son características también las joyas que lucen, pendientes de complicados diseños que los joyeros hacen especialmente para cada persona, y adornos que se ponen en la nariz, tradicionalmente de oro, aunque ahora se han comenzado a hacer en bisutería.
La vida transcurre apaciblemente en el pueblo, bajo un sol ardiente propio del Caribe, mientras los niños se bañan alegres en las aguas que rodean el lugar, después de asistir a la escuela, y bromean con los visitantes, a los que se ofrecen para ser fotografiados. Parece que la civilización ha entrado en los Kunass sólo hasta el punto de no perturbar su modo de entender la vida y vivirla cada día.
Kwadule es una pequeña isla situada en el archipiélago de San Blas, Kunasyala en dialecto kunas, en Panamá, en pleno Caribe. Este archipiélago está formado por 375 islas, 49 de ellas habitadas, con una población total de unos 90 000 habitantes.
Kwadule es una isla nueva, de unos 8 000 metros cuadrados, que surgió espontáneamente. Sus propietarios, siguiendo las normas que rigen en el área, fueron las dos primeras personas que descubrieron su nacimiento y plantaron las primeras palmas de coco. Pertenecientes a la etnia Kunas, sus habitantes, siguiendo con la tradición heredada de sus antepasados, consiguieron la fecundación de la vegetación de la isla a base de mezclar la tierra de otras islas, ya que ellos creen que los granos de tierra son machos y hembras que unidos se vuelven fértiles.
Para alcanzar Kwadule se llega al pequeño aeropuerto de Corazón de Jesús, Yadup en lengua Kunas, y ahí empieza la aventura. Subimos a una embarcación que en unos 20 minutos nos traslada al Paraíso. Es difícil describir qué se siente cuando te vas acercando a Kwadule; todas las fantasías de ser Robinson Crusoe o un náufrago en la mil veces soñada isla desierta, se vuelven realidad.
Yandup y Narganá La vida de la zona gira en torno a dos pueblos que, aunque unidos por un puente, viven también en vidas independientes según sus propias normas. Yandup es el nombre indígena de Corazón de Jesús, lugar donde llegan los aviones para trasladarse a Kwadule. El guía nos introduce en estos pueblos que nos reciben con increíbles contrastes, la primera vista es de casas desordenadas, con colores y calles sin asfaltar, pero según avanzamos aparece el puente que les une con Narganá y por él, en una imagen irrepetible, un grupo de colegiales, uniformados en azul; tras ellos unas mujeres Kunas con trajes típicos y sus joyas, convivencia perfecta entre lo tradicional y el progreso. Nuestra visita va de sorpresa en sorpresa porque, tras este primer aspecto de que el tiempo se detuvo, vemos una escuela, un hospital de maternidad, un hotel para turistas, un banco y una tienda propiedad de Montero (dueño junto con Ismael de la isla Kwadule), en la que se puede descansar y beber una soda fría.
Las casas son de varios tipos, cabañas y con cemento. Es toda una experiencia estar en un lugar en el que no existe un solo automóvil, ¡para qué podrían quererlos! La vida transcurre a pie y en las pequeñas embarcaciones que les llevan de un lado a otro. El sueño toca a su fin, aunque siempre nos quedará la felicidad de haber conocido algo único y perfecto, como solo un Paraíso puede ser.