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Cuando se disfruta la poética del cubano Carlos Manuel Lóriga, llega a pensarse que alcanza vigor el arte contemporáneo, en otras coordenadas culturales. A partir del sesgo manga y tarantinesco, el ya célebre samurai de Los animalitos del bosque no se matan (toda una atracción en el Salón de Premiados de 2010) consigue una singular expresión pictórica.