Apenas dejas de sentirte arrullado por las nubes y el avión comienza a descender rumbo al Aeropuerto Internacional de Tocumen, aparece Taboga como vigilante eterna del Golfo de Panamá, a escasas doce millas al sur de la capital panameña.

Las lanchas públicas recorren el trayecto en una hora aproximadamente, por las mismas tranquilas aguas que utilizan los barcos que entran o salen del Canal de Panamá en el Sector Pacífico.

Taboga, de origen volcánico y unida a las islas de Taboguilla, Urabá, Melones, Chamá, Estivá, Borá, Otoque y el Morro, ofrece hermosas playas de transparentes aguas como La Restinga o Playa Honda. También puede recorrerse a pie el pequeño poblado y conocer su interesante historia, caminar hasta los cerros Las Tres Cruces y El Vigía, o visitar el Refugio de Vida Silvestre Isla Taboga.

Se dice que fue frecuentemente visitada por Vasco Núñez de Balboa, tras descubrir el Mar del Sur, lugar preferido de Pedro Arias Dávila, fundador de la antigua ciudad capital, y que sirvió al pirata Henry Morgan como paraíso romántico del cual gozó con una encopetada dama española. No falta quien la califique como Isla de las Flores, a causa de sus hermosas veredas y sus empinadas calles con olor a jazmines.

EDÉN NATURAL Si usted es amante de la naturaleza, Taboga es un santuario sin igual de vida silvestre, donde resulta tentador realizar un tour bordeando la costa y sus alrededores, para apreciar parajes maravillosos, tales como el lugar de anidamiento de los pelícanos pardos.

También es un reservorio de leyendas y tradiciones como no hay otro. Muy concurrida es la procesión acuática en honor a la Virgen del Carmen, los 16 de julio, la más larga que se conoce, pues a pesar de que recorre un perímetro relativamente corto, se dan 3 pasos hacia adelante y 2 hacia atrás.

La amabilidad y hospitalidad isleñas, pero sobre todo la tranquilidad que se respira en el lugar, hacen que este sea un destino turístico ideal para el relax.

Allí, en medio de la paz, o mecidos por las olas, podemos ver enfrente, casi al alcance de la mano, la Ciudad de Panamá, que nos saluda con su vida ajetreada, mientras Taboga sigue en un sosiego eterno, velándole sus sueños.