La artesanía mexicana trabaja todos los materiales: hierro, talavera, madera, barro, mimbre, étc, con un colorido original e impactante.

Cada Estado tiene sus peculiaridades y Jalisco también cuenta con pueblos que son cunas de artesanos que surten a todo el país y al mundo, en particular dos: Tonala y Tlaquepaque, situados muy cerca de la capital Guadalajara y a unas cinco horas de Puerto Vallarta en autobús.

Tonalá (del vocablo Náhuatl Tonallan, lugar por donde el Sol sale) fue fundada por indígenas zapotecas mezclándose con otras tribus como los tonaltecas, quienes impusieron muchas de sus costumbres. Desde la época prehispánica en Tonalá se celebra el tianguis los jueves siendo el punto de reunión tradicional la plaza. Indígenas de diferentes puntos del valle de atemajac intercambiaban allí sus mercancías. Con la conquista se respetó la tradición, agregando los domingos o día del señor, fechas que hasta hoy se mantienen reuniendo en el tianguis a más de 3500 comerciantes entre las calles de Tonalatecas, Juarez, Madero y López Pajar.

Tonalá es un pueblo encantador. Llegar temprano, caminar con el fresco de la mañana, visitar sus iglesias, es un comienzo que te pasa por la piel para entender mejor el latido de sus habitantes. Después podemos rendirnos al “sacrificio” de las compras. Tiendas y más tiendas con fachadas pintadas de vivos colores, barro, mimbre, ropa de manta, rebozos de colores increíbles, velas y vajillas para las mesas soñadas. Me sentí niña y de verdad quise poder tirar del vestido de mi madre para que me comprara todo lo que veían mis ojos.

Cerca de la hora de comer, lo ideal es continuar camino al cercano Tlaquepaque, a cinco minutos en taxi. Ya desde que llegaron los españoles en 1542 era un pueblo alfarero y hoy es el centro artesanal más grande de México. Su vida de pueblo gira en torno al Parian, primer edificio que casi todos los visitantes encuentran y que como curiosidad nos contaron que era la cantina más grande del mundo con cabida para 2000 personas, hecho que pudimos comprobar cuando vimos entrar a personas y personas, con un toro incluido en medio de la fiesta de los carniceros.

Cerrado al tráfico es un placer disfrutar de sus calles llenas de tiendas maravillosas, repletas de tentaciones en forma de objetos de barro, hierro, ropas y muebles. Lo más famosos es su barro, así como los nacimientos elaborados desde hace más de 150 años por la familia Panduro.

Y en medio de las tiendas y de las compras, el pueblo continúa con su vida cotidiana por lo que es fácil asistir a una fiesta local o ver jugar a los niños en los jardines y plazas.

Los lugares más destacados para visitar son el Jardín Hidalgo, el Museo Pantaleón Panduro, el Centro cultural El Refugio, el museo regional de la cerámica o sus iglesias.

Puerto Vallarta es un perfecto escaparate, ya que muchas de sus tiendas se surten en estos pueblos. Así que no se apenen, podrán encontrar de todo y pasar un rato agradable y divertido comparando precios y regateando para encontrar el mejor. Vague por las calles porque todas las zonas son buenas para ir de compras; artesanía, tequila, joyas y por supuesto la más bella plata de Taxco le esperan con objetos para todos los bolsillos, desde detalles de 10 pesos a los lujos más inalcanzables.