La suprema sencillez del talento artístico
El Palacio Nacional de Bellas Artes de México es un recinto con varios espacios, y su sala principal, de estilo afrancesado como todo el edificio construido en la llamada época porfiriana, solamente por excepción programa proyectos ajenos a la música de concierto. Pero cuando Tomeguín Cultural propuso a Chucho Valdés, obtuvo un sí rotundo como respuesta. Era una ilusión del Maestro tocar allí, y Sareska Escalona se empeñó en hacerla realidad, pese al criterio de varios promotores y especialistas que argumentaron no resultaría por el corto tiempo para organizarlo. Pesaban más la admiración y la amistad profunda surgida en los días iniciales de la Orquesta Cubana de Música Moderna que cualquier riesgo.
La fama de Chucho Valdés —y más que la fama, el reconocimiento a su talento entre los mexicanos— se impusieron finalmente, y la noche del sábado 25 de mayo de 2019 ha quedado registrada entre los sucesos musicales en la historia de esa institución cultural.
La presentación del CD Jazz Batá 2 fue recibida con cerradas ovaciones durante los más de noventa minutos que duró el concierto. Los músicos que acompañaron al Maestro —Yaroldy Abreu en la percusión cubana, Antonio Velázquez Martirena en el bajo, Dreiser Durruthy en los tambores batá, voz y bailes— demostraron su desbordante talento. Para completar la sensación de que toda la historia musical de la Isla se había fusionado en ese concierto, Chucho invitó a Alain Pérez para una descarga con su bajo, una vez que supo de su presencia. Recordó cuándo le conoció e invitó a tocar con Irakere.
El trato cercano con Chucho emociona cada segundo y alegra una y otra vez al comprobar que su talento como artista es directamente proporcional a su sencillez y grandeza como ser humano.
La vitalidad y creatividad de Chucho Valdés están, como desde hace muchos años, en su mejor momento. Su música es y será siempre un homenaje a la cultura toda de Cuba, la tierra más musical del planeta.