Arte cubano en la Ciudad de los Canales
La Bienal de Venecia siempre es un espacio de prueba para artistas y curadores de arte. La quincuagésima octava edición del evento, inaugurada en mayo de 2019, no fue la excepción: la crítica, los galeristas, los que dictan pautas en los circuitos internacionales de la exhibición y el mercado y el cada vez más vasto público dispuesto a descifrar tendencias y giros en la dinámica creativa, pusieron sus miradas nuevamente en la ciudad italiana de los canales.
De manera oficial Cuba estuvo representada por un pabellón nacional en el que exhibieron obras tres jóvenes artistas que viven y trabajan en la isla antillana —Alejandro Campins, Ariamna Contino y Alex Hernández— y un italiano invitado: Eugenio Thibaldi.
Comoquiera que el lema de la 58 Bienal, a propuesta de su curador principal, el norteamericano Ralph Rugoff, «Que vivas en tiempos interesantes», sugería asumir los desafíos actuales de la especie humana, la curadora de la muestra cubana, Margarita Sánchez Prieto, optó por llamar la atención acerca de la fragilidad del ambiente agredido por la explotación desmedida e irracional de los recursos naturales y el deterioro ambiental.
Por ello tituló el proyecto Entorno aleccionador y seleccionó a creadores que han abordado con estabilidad, responsabilidad y códigos renovadores esa temática. En la isla de San Servolo, que acogió buena parte de los pabellones de los más de setenta países presentes en la muestra, quedó desplegada la propuesta cubana, la cual contó con los auspicios del Ministerio de Cultura, el Consejo Nacional de las Artes Plásticas, la casa editorial Maretti y el apoyo de Galleria Continua, que tiene una sede en el Barrio Chino de La Habana.
Sánchez Prieto se las arregló para que cada expositor, desde su poética particulare, problematizara sobre cuánto el hombre ha tomado de la naturaleza, al punto de desfigurarla, y cuánto se necesita que el hombre restituya los valores de la naturaleza.
Ese concepto se traduce en los paisajes opresivos y desmedulados de Campins, sobre los que se levantan estructuras que parecen refugios antinucleares. Destaca la limpieza de la composición visual y la parquedad cromática de los cuadros.
De un tiempo a esta parte, Alex Hernández ha centrado su labor en el apasionante mundo de las abejas. Sus instalaciones en Venecia echan mano a diversos recursos tomados de ese ámbito: panales, cera, fotos y videos de colmenas. La idea de que su serie Estado natural fuese vista como un trabajo en progreso (work in progress) dio la medida de una metáfora que se renueva constantemente y solo se completa con el compromiso cómplice del espectador.
Sobre los bosques irremisiblemente desparecidos para sustentar la voraz industria del papel discurrió Arianna Contino. Sobre un fondo donde cuelga una inmensa obra ejecutada en papel, la artista dispuso un vivero de posturas de abedul, geométricamente diseñado, que funcionó como eficaz contrapunto entre el resultado de la depredación y la vida que nace. Cuando la exposición sea retirada en noviembre, estas plantas serán entregadas a quienes las hayan solicitado. Creo oportuno recordar la importancia del abedul en la producción de papel.
Cabe señalar que las preocupaciones ambientales fueron recurrentes entre los expositores de la Bienal, tanto los seleccionados por Rugoff para la muestra central como en las muestras de los pabellones nacionales. Incluso outsider, que se invitó a sí mismo, el controvertido Banksy -artista inglés cuya identidad a ciencia cierta se desconoce-plantó un stand personal en medio de una concurrida plaza veneciana donde por unas horas, hasta que la policía lo desalojó, exhibió cuadros que denunciaban el daño del turismo de cruceros sobre Venecia.
El arte cubano contemporáneo también tuvo una presencia activa en la amplia agenda colateral de la 58 Bienal, de modo que la percepción acerca de la creación en la Isla fue mucho más inclusiva y abarcadora.
Muy bien ubicada en el Palacio Zenobio, cerca de la céntrica Plaza Santa Margherita, quedó abierta la exposición Cuba: identidad y diferencia, bajo el criterio curatorial de David Mateo, con la colaboración de Suzette Rodríguez.
Abundante, como era de esperar por su amplitud temática y generacional, la lista de expositores: Alberto Lescay, René Francisco, Arturo Montoto, Rocío García, Ibrahim Miranda, Esterio Segura, José Ángel Vincench, Lidzie Alvisa, José Emilio (Jeff), Agustín Bejarano, Donis Llago, Alicia Rodríguez, Roberto Fabelo Hung, Rachel Valdés, Rafael Villares, Alejandro Lescay, Frank David, Dorian Agüero, Lianet Martínez, Octavio Irving, Chuli Herrera, Harold López, Maikel Sotomayor, Los Serones, Alberto Domínguez, Los Transferencistas, Alejandra Oliva y Manuel Lugo, Miriannys Montes de Oca, May Reguera.
Al respecto, David Mateo puntualizó: «El que obras y estilos tan disímiles hayan logrado converger de forma coherente, orgánica, se debe, sobre todo, al imperativo de una conducta que reconoce en la búsqueda de un lenguaje expresivo, en la obsesión por adjudicarle una voz y una connotación simbólica a la iconografía cotidiana, su mejor pretexto de ilación. Cada una de las obras que hoy se producen dentro del país revisita por su cuenta y riesgo un valor o un espacio específico del patrimonio cultural insular, a partir del cual se van improvisando una serie de nuevas metáforas, o readaptando las ya existentes desde sus significados seculares».
También llegó a Venecia, al Palacio Loredan, sede del Instituto Veneciano de las Artes, las Letras y las Ciencias, Carlos Quintana, con una muestra personal: In Finito, título que por su anfibología alude al conflicto eterno entre los límites del tiempo. Con el apoyo de la Fundación Ludwig de Cuba y del Círculo de Amigos de la Fundación, colectivo muy activo en Nueva York, Quintana se hizo sentir en la 58 Bienal.
Isabel Pérez, curadora de la exposición —tarea compartida con Rubén del Valle Lantarón—, consciente del estallido vidual del creador, a primera vista desconcertante, pero a fin de cuentas apabullante, invitó a los espectadores a aguzar las pupilas: «Acaso esta diversidad de símbolos y el barroquismo de la ritualidad nos están pidiendo a gritos una hermenéutica particular, o será que, siguiendo el propio título de la muestra, Quintana pretende sumergirnos en la nada y desde allí narcotizarnos, suspendernos en el tiempo y el espacio, volatizar nuestros sentidos. Probablemente no sean más que refracciones de la propia personalidad del artista, de una engañosa paradoja donde no se sabe si Carlos, desde fuera, habita en sus cuadros, o si desde dentro, esas piezas lo asedian y finalmente lo subyugan».
Otro cubano dejó su huella singular en Venecia: Carlos Garaicoa. Lo hizo junto a un artista norteamericano que tiene sus raíces en la isla antillana y a la que ha vuelto en los últimos tiempos: José Parlá. Ambos se integraron a la exposición Glasstress 2019, que reunió a más de cincuenta artistas de veinticuatro países que trabajaron el vidrio, convocados por el artista brasileño-estadounidense Vik Muniz y su colega belga Koen Vanmechelen, bajo el auspicio de la Fundación Berengo. La localización de la muestra se explica por sí sola: Murano, referente mundial en el arte del vidrio. La sensibilidad de Garaicoa para trasladar a ese material sus inquietudes formales y temáticas impresionó a los visitantes.