Adentrarse en sus calles de chinas pelonas mientras el embrujo de las casas coloniales cerradas al frente y abiertas en su interior deslumbra, es una experiencia que solo puede vivirse en Trinidad, la Ciudad Museo de Cuba. Toda ella es un museo vivo donde tradiciones centenarias perviven de generación en generación.
Declara por la UNESCO Ciudad Artesanal, tal parece que sus típicos manteles deshilados vayan a cubrir como un delicado velo sus calles, pues a cada paso es común ver varias mujeres de una misma familia atareadas en la labor.
Con un invaluable legado patrimonial es Trinidad uno de esos pocos lugares en el mundo donde el tiempo se ha detenido para que la modernidad pase inadvertida a 505 años de su fundación. Un sitio donde la historia es palpable pues con ella se convive, es lo cotidiano a pesar de la comercialización de su imagen.
No es este un pueblo que olvida, sino un sitio donde se demuestra como la apertura al turismo puede salvar el patrimonio material e inmaterial de una región rica nacida del sudor de los esclavos y de la melaza de la caña.
Trinidad no esta sola, pues junto a su eterno guardián, el Valle de los Ingenios permanece inscrita en la lista del Patrimonio Mundial para regocijo de todos los cubanos, que nos sabemos poseedores de un lugar único donde viajar en el tiempo se hace cotidiano nuestra Villa de la Santísima Trinidad.