Eternizar el sentimiento
La producción artística de Ernesto García Peña (Matanzas, 1949), pintor, dibujante y grabador, ha pasado por diferentes fases, sin que su esencia original haya dejado de manifestarse de una u otra forma. «En los años 70 se apreciaba en mi obra una fuerte influencia de la nueva figuración; el expresionismo, futurismo, surrealismo… fueron tendencias del arte contemporáneo que como en otros muchos artistas, tuvieron su repercusión en mí. Ahora bien, todas ellas fueron integrándose e interactuando hasta que logré definir mi particular estilo, mi propia manera de expresar el mundo, mi mundo.»
Así, García Peña deja bien definida la pretensión de expresar en sus lienzos los más elevados sentimientos, entre los que el amor se instala como dueño y señor, con todo el sensualismo y el matiz erótico que lo caracterizan. El ser humano es el centro de estos cuadros que impresionan tanto por el virtuosismo artístico de su creador, como por el uso de motivos y colores. Labios, muslos, senos… se entremezclan en la diversidad de sus siluetas de mujer. El desnudo adquiere así tales dimensiones líricas, que cada posición de los cuerpos o la sensual expresión de los rostros, forman un todo junto a motivos como flores, frutas, aves, caballos o toros, de connotados valores simbólicos (pasión, fuerza, sexo) y siempre integrados a la exuberante vegetación tropical.
El pintor de los caballos En la década comprendida entre los años 70 y 80, y mientras compartía las inquietudes estéticas de sus coetáneos, entre los que descollaban pintores de la talla de Pedro Pablo Oliva, Nelson Domínguez, Flora Fong, Zaida del Río, Manuel López Oliva y Roberto Fabelo, entre otros grandes maestros de la pintura cubana, García Peña estaba inmerso en la búsqueda de lo que sería su definitivo estilo de expresión. «Es cuando surge una serie a la cual dediqué prácticamente esta década, y en la que la temática fundamental era la épica mambisa vista desde distintas perspectivas. El movimiento era vital para contraponer la ternura con la fuerza, la mujer con la potencia del jinete o del caballo. Me decían por entonces el pintor de los caballos.»
Un canto a la belleza y al amor Ya en la década de los 80, deviene una segunda etapa en la que el amor se impone con todas sus potencialidades expresivas. Ahora el pintor, el dibujante y el grabador, interactúan para proponer soluciones que remiten al espíritu predominante en la pintura oriental. Asume entonces el reto de su generación: realizarse sobre diferentes soportes.
Las grandes producciones del creador impresionan por la personal manera de revelar el amor. Sensualismo y pasión, erotismo y ternura, se entrelazan en diversidad de motivos, entre los que resalta el desnudo con un particular matiz lírico y agresivo a la vez; pero siempre paradigmático de una sutil elegancia y trascendencia poética, a la que contribuyen los tonos pasteles de sus cuadros, muy en especial los azules, recurrencia que le ha granjeado el calificativo de el pintor de los azules.
El imperio del sentimiento «Pienso que ahora estoy en la que considero una tercera etapa que se caracteriza por una mayor definición y madurez en mi modo personal de reflejar la realidad. Puedo decir que trato de alcanzar un sentido más expresivo, trascender lo puramente sensual que ha caracterizado toda mi obra anterior, y para ello, me he propuesto otorgarle un cierto matiz aparentemente abstracto». Actualmente la intención mayor del artista es que sus cuadros valgan porque promuevan sentimientos, lo único que considera realmente auténtico en una obra de arte.
Ernesto integra las más variadas temáticas e introduce innovaciones en una escala de colores más contrastantes. Su universo plástico se mueve dentro de un paisaje poético y eminentemente humano. «Para mí el ser humano es el protagonista y, como tal, me he empeñado en destacarlo. He tratado de reflejar cómo este lucha por alcanzar su mayor realización en el amor, de ahí que considere que eternizar en el lienzo un momento de felicidad, es algo verdaderamente inefable. Yo deseo apresar esos momentos que van a quedar ahí, en un plano bidimensional.»