Me conformo con que me digan artista
El Premio Nacional de Artes Plásticas 2019 fue para el creador José Ángel Toirac (Guantánamo, 1966), reconocido como uno de los más destacados de la producción simbólica contemporánea cubana. Quien ha tenido el privilegio de conocerlo, o a su obra, sabe que lo importante de su discurso visual es «lo que está detrás». Y la verdad es que detrás del lauro y del premiado hay un hombre sencillo hasta la médula, un «cubanazo» –como se dice popularmente–, que tiene varios dones: el de la conversación amena, el de saber manejar pinceles, el de la curiosidad insaciable y, sobre todas las cosas, el de ver las conexiones invisibles que mueven el mundo.
No es que tenga súper poderes, pero es innegable que sus ansias de escudriñar los recovecos de la historia, la pasión de investigar, de atar cabos, de proponer lecturas y miradas, de mostrar el mundo de otra manera no dejan indiferente a nadie.
Encontrarse o descubrir el universo desde su obra es como si de pronto nos quitaran una venda, como si el mundo estuviese en blanco y negro y repentinamente todo se llenara de color… Toirac es un maestro del desnudo, no de ese que plasma las carnes en un lienzo, sino de aquel que te permite admirar la realidad oculta bajo capas de maquillaje o velos, el detalle extraordinario de las letras chicas de los pies de foto, las complejas redes que emparentan cosas aparentemente desconectadas.
La suya es una labor retadora, pero que al final de cada jornada lo hace sentirse un hombre dichoso, un artista feliz. «El trabajo que desarrollo me da placer. Me permite disponer de tiempo para compartir con los amigos y criar a mi familia. Y si encima de eso me pagan por hacer lo que me gusta: ¡qué más puedo pedir! ¡Adónde me voy a ir si este es mi paraíso!», aseguró con total franqueza en diálogo con Excelencias.
Lo cierto es que siempre quiso ser pintor y el universo conspiró para que así fuera. Luego de superar dificultades como quedar en el lugar 10 del escalafón para optar por una de las 9 plazas de ingreso al Instituto Superior de Arte (ISA), el rechazo temporal de su padre por la carrera de pintura o la mudanza de la familia de Guantánamo a La Habana; José Ángel logró imponerse y encaminar sus pasos por el mundo de las artes plásticas.
Lo acompañaron en el camino personas imprescindibles. Una de esas figuras influyentes fue Flavio Garciandía, de quien fue alumno. «Siempre me preguntaba: ¿qué pensará Flavio de mi trabajo? Todos los días le presentaba una idea diferente, hasta que en una ocasión me reveló una de las grandes verdades de este oficio: “Anota y guarda tus ideas porque con los años te darás cuenta de que solo tienes una”. Tuve que darle la razón, pues sobre esa idea es que el artífice desarrolla la cosmovisión del mundo que al final plasma en sus obras».
Los opuestos, el ying y el yang, Dios y el Diablo, los buenos y los malos, la vida y la muerte, lo efímero y lo permanente; todos los contrastes son motivos que a Toirac le fascinan. También está presente en su quehacer un sentido del humor refinado en su elaboración, pero muy criollo. Ejemplo de eso son series tan atractivas como aquella donde pone a dialogar la propaganda política con la publicidad comercial. «Esta en particular a la gente le resulta atractiva porque lo que les presento no son opuestos, sino espejos, donde ambas cosas utilizan las mismas herramientas para vender algo a alguien, ya sea una ideología o un perfume».
Otra zona imprescindible es la labor con íconos o pasajes importantes de la historia. Las figuras de Fidel Castro y el Che Guevara ocupan un sitio especial en el conjunto de su obra, incluso desde su etapa de estudiante. «El trabajo con estos hombres, con estos símbolos, me resulta natural porque son parte de decisiones que vienen con la madurez. Si decides vivir en Cuba debes ser consecuente con su historia, y hablar de Fidel o el Che es discursar sobre destinos posibles».
Graduado de la Escuela Provincial de Artes Plásticas San Alejandro en 1985, así como del Instituto Superior de Arte (ISA) en 1990, José Ángel Toirac cuenta con más de una treintena de exposiciones personales y colectivas y mantiene una presencia sistemática en el espacio galerístico nacional. Piezas de su autoría forman parte de las colecciones del Forum Ludwig, Alemania; Centro Atlántico de Arte Moderno, España; Arizona State University Art Museum, EE.UU; MoMA, EE.UU; y el Musée des Beaux-Arts de Montréal, Canada, entre otras instituciones, galerías y colecciones públicas y privadas.
En el taller de Toirac se conservan algunas de sus piezas más queridas: las pertenecientes a Desde adentro, concebida a partir de fotos tomadas por el Che y que muestran cómo el héroe ve el mundo. Esa le gustó tanto que, cuando la dio por perdida, ya que fue a parar a una galería en el exterior, decidió repetirla con los recursos abonados por la beca Rockefeller que obtuvo. En esa casona de La Habana también se puede admirar el meticuloso proyecto que aglutina las imágenes de las primeras damas de Cuba desde 1902; o el trabajo titulado Profile, que es una suerte de retrato de Fidel sin Fidel, el cual sintetiza muchos aspectos de su personalidad de manera magistral.
«Yo no soy el artista más notorio o divulgado. No me preocupa si me valoran porque eso no motiva mi carrera», refiere. En cuanto al premio nacional –nominación que compartió junto a grandes creadores como Esterio Segura, Lesbia Vent Dumois, Flora Fong, Zaida del Río, Rafael Zarza, Manuel Hernández, Alberto Lezcay Merencio, Ileana Mulet, Arturo Montoto, Roberto Diago, Agustín Villafaña, Agustín Drake y Roberto Salas– asegura: «Si me premiaron fue por algo y tiene que significar algo.
«Entiendo que mi obra es difícil de digerir y asimilar. Pero si de algo me enorgullezco es de defenderla, imponerla y asumirla con todo lo que lleva». Una de sus características más admirables e inteligentes, es que para cada proyecto que concibe prepara un plan A, un plan B, C y un abecedario completo de ser necesario.
Algunos especialistas lo consideran irreverente, polémico, transgresor, complicado… Para él los adjetivos son solo eso, calificativos que responden a determinadas interpretaciones. En lo que sí muchos coinciden es en el hecho de que a la hora de hablar de lo más significativo del quehacer que toma como eje el simbolismo, el nombre de José Ángel Toirac ocupa un lugar privilegiado. Al respecto, afirma: «No me gusta definirme como una u otra cosa. No me gusta encasillarme en categorías. Mi trabajo es tan versátil que me conformo con que me digan artista. Esa es una gran palabra, la respeto mucho y que me cataloguen como tal es sencillamente un gran honor».