Cienfuegos
La ciudad francesa. En la gran bahía azul de Jagua, en Cienfuegos, se asentaron en 1819, medio centenar de familias francesas llegadas de Burdeos y la Louisiana. Su líder, el coronel Luis De Clouet, de los ejércitos hispanos, se entendió con el Capitán General de la colonia, José Cienfuegos, y fundó la ciudad, con la simpatía de quienes se aterraban aquí ante la posibilidad de otra república negra en Cuba, similar a la de Haití. Se planearon las primeras 25 manzanas cual retícula cuadriculada a la manera de un tablero de ajedrez y se aplicaron los conceptos preciosistas del neoclásico del siglo xix, con orden y rigor geométrico a la francesa, altos puntales para las nuevas viviendas, sobria elegancia, aire señorial grecolatino y armonía arquitectónica, aún predominante en el centro histórico de Cienfuegos, más tarde marcado por el eclecticismo.
El castillo encantado y su dama azul. Sobre una discreta colina y en un recodo del canal de entrada a la enorme bahía, en su parte oeste, se levantó en 1745 la sólida fortaleza de Nuestra Señora de los Ángeles de Jagua, encargada de impedir la entrada de piratas y contrabandistas, presentes aquí de antaño. De los tiempos en que se instaló su guarnición hispana viven en la fortificación no pocas leyendas y misterios, como el inexplicado enigma de la bella dama azul, un alma en pena que deambula ricamente vestida por las almenas del Castillo de Jagua, luego de que una grande y rara ave blanca deje escuchar sus extraños graznidos y vuele sobre el lugar. Los relatos refieren el remoto encuentro de un arrogante alférez , de guardia, que intentó interceptarle el paso a la mujer fantasma y amaneció al día siguiente tendido en el piso y con su razón extraviada. La leyenda afirma que aún se repite la aparición.
Arte para los difuntos. El cementerio de Reina, un barrio viejo de Cienfuegos, se halla entre los conjuntos artísticos más importantes del orbe en peligro de perderse, según la institución World Monuments. Pero las autoridades locales, ni cortas ni perezosas, comenzaron su rápida restauración por ser esta una excepcional colección de arte funerario del siglo decimonónico, única en Cuba y Monumento Nacional. La disposición vertical de sus nichos mortuorios es de 1830, y temprano se agregaron sus acabados bajo relieves frontales, excelente estatuaria y trabajos en fierro de creadores de muy fino gusto, al tiempo que servían de última morada para difuntos distinguidos. En otra zona de la ciudad se distingue, desde 1926, el cementerio-jardín Tomás Acea, con una impresionante columnata clásica.
La milenaria herencia de Martín Infierno. En uno de los más grandes salones de esta cueva, en la vertiente sur del macizo Guamuhaya, se destaca una espectacular estalagmita de 67 metros de altura desde su base, probablemente la mayor del mundo. La paciente obra de las aguas subterráneas, hasta ahora ha podido ser fotografiada integralmente solo una vez, por un artista cienfueguero, es bastante difícil de acceder. La oscuridad de Martín Infierno y su intrincada ubicación más allá del valle de Yaguanabo, a 800 metros de altura sobre el nivel del mar, dificultan el acceso a esta maravilla, pero ello no ha impedido las excursiones de espeleólogos, naturistas y curiosos de Cuba y de otros países, que también adentro se recrean con las raras lunas de leche y flores de yeso.
Yorubas, el Benny y Harvard. En el entorno de la ciudad de Cienfuegos repican el tun tún del Panteón Yoruba y los ritos de la Regla de Osha, de la santería cubana, que tanta gente visita en la cercana Palmira. Más adentro, en Santa Isabel de las Lajas, patria chica de Benny Moré y su «rincón querido», se repiten los sones, mambos, charangas y boleros del criollo que arrastró a bailar con su melódica voz a generaciones de cubanos. Junto a la carretera a Trinidad, sin embargo, solo se dejan escuchar los trinos de las aves silvestres que invaden el jardín botánico que fundó aquí la Universidad de Harvard en 1900 y que sigue siendo uno de los más completos y sorprendentes del orbe.