- La adorable sumisión de Fernando Pérez al cine
«Fernando y Laura traían la idea de cómo se iba a montar la obra, y el proceso corrió ágil. Lo más complicado es trabajar con dos directores, porque siempre uno tiene una idea y el otro viene con otra, pero al final se complementaron bien».
La primera mujer que logró ejercer como médico en Cuba nació en Suiza, y para poder estudiar la profesión en Europa, a principios del siglo xix, tuvo que disfrazarse de hombre. Con una identidad de varón se graduó de cirujano en París, y después de servir en las guerras napoleónicas cruzó el océano Atlántico y se instaló en Baracoa, una ciudad del oriente cubano. Allí los éxitos del «doctor francés» llamaron demasiado la atención, hasta que una sirvienta temerosa reveló el secreto. El escándalo conllevó un juicio único dentro de la isla caribeña, donde la vida de Enriqueta Faber sigue siendo un misterio y una leyenda.
El viejo y el nuevo continente tenían algo en común: ser muy machistas, regidos por una sociedad patriarcal y discriminatoria con las féminas. Por eso el cineasta cubano Fernando Pérez cree que esta historia hubiera podido ocurrir igual en cualquier lugar, y confiado en la resonancia contemporánea del drama creó, a partir de los sucesos reales, el largometraje de ficción Insumisas, junto a la también directora y coguionista suiza Laura Hunter.
Fernando cree en las señales de la naturaleza y las aprovecha en el cine con la convicción de que esos signos o mensajes lo conducirán a elaborar una obra mejor, de ahí que sus cintas transmitan un aura de espiritualidad y numerosos críticos consideren al Premio Nacional de Cine 2007 como el director cubano vivo más relevante.
Su nueva cinta se adentra en la vida de la mujer suiza que llegó a Baracoa bajo el nombre de Enrique Faber y ejerció con éxito la medicina, incluso llegó a casarse con una joven local.
De acuerdo con Pérez, la transgresión de género forma parte de la historia, pero él y Hunter trataron de representarla además como una mujer que trascendió disímiles limitaciones: sociales, morales, de todo tipo, una persona adelantada a su época.
La carrera de cirujano estaba vedada a las mujeres en aquel entonces, y la Faber había adoptado una identidad masculina para poder estudiarla en París.
Aunque los historiadores plantean versiones distintas sobre su vida íntima, sí consta que esta persona, tras participar en las guerras napoleónicas, se subió en un velero rumbo a América y se estableció en Cuba, donde despertó la envidia de los locales y recibió presiones de todo tipo.
«Yo siento que esta película presenta una historia que no podía hacer solo, porque requiere de una mirada también femenina que profundizara y entendiera bien la complejidad de un carácter tan fuerte como lo es el de la protagonista, Enriqueta Faber», explicó Fernando.
El proyecto los condujo hace años -a él y a Laura- hasta los archivos del Tribunal Provincial de Justicia de La Habana, a fin de hurgar en los registros oficiales del escandaloso juicio realizado a Faber tras descubrirse su género real.
«A partir de esta huella histórica decidimos cómo enfocar nuestro guion y construir una ficción basada en hechos reales, porque exponer una historia fiel es muy difícil cuando no se puede intercambiar con los verdaderos protagonistas de los hechos», confesó Hunter. «Ni siquiera sabemos si ella durante el juicio pudo haber inventado un relato con la finalidad de defenderse en ese momento tan delicado», apuntó.
En el largometraje de noventa y dos minutos, coproducido entre Bohemian Films, de Suiza y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), la sentencia y el alegato del fiscal en el juicio se plasmaron exactos, gracias a los archivos históricos, pero el resto contiene la visión propia de los realizadores.
La película concursará en el 40 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, a celebrarse en diciembre próximo en La Habana, y cuenta con un reparto integrado por la actriz francesa Sylvie Testud y los cubanos Yeni Soria, Mario Guerra, Héctor Noas, Giselle González y Corina Mestre, entre otros.
Según precisaron los directores, la edición corre a cargo de Rodolfo Barros y la fotografía del Premio Nacional de Cine Raúl Pérez Ureta, quien, al decir de Fernando Pérez, le aportó muchísimo a la idea original de elaborar una película de muchos contrastes, dramáticamente dura, que no fuera nada complaciente. «Una fotografía bastante riesgosa, pero que nos interesa mucho como provocación al espectador», afirmó el cineasta.
Para reforzar ese desafío, necesitaban un final con un oleaje arisco, y en pleno verano caribeño no suelen aparecer olas de altura superior a un metro. Sin embargo, un desastre repentino salvó la intención original: apareció un huracán en los primeros días de septiembre de 2017. El poderoso fenómeno meteorológico, bautizado como Irma, devino una bendición para la película, cuyo equipo de rodaje asumió gustoso los riesgos de filmar bajo condiciones climáticas adversas y se enamoró de tan salvajes tomas.
Solo unos días después del paso del meteoro los realizadores tomaron conciencia de las devastadoras consecuencias para su isla natal, y hasta les invadió cierto sentimiento de culpa. El editor Rodolfo Barros se encargó de perfeccionar el efecto de tan impresionantes tomas y ayudó a suplir ausencias como la de un barco y la imposibilidad de filmar en Baracoa, por falta de presupuesto. «Pero mi labor no fue difícil, porque de la filmación los realizadores lo trajeron todo listo. Yo tenía la experiencia de haber trabajado con Fernando en su película anterior, Últimos días en La Habana, y sabía que él llega con la cinta prácticamente montada al cuarto de edición», contó. «Los planos estaban pensados. Fernando y Laura traían la idea de cómo se iba a montar la obra, y el proceso corrió ágil. Lo más complicado es trabajar con dos directores, porque siempre uno tiene una idea y el otro viene con otra, pero al final se complementaron bien», sostuvo el editor.
Más allá de un montón de filmes que no pueden ignorarse cuando de cine cubano se habla, Pérez tiene una producción difícil de igualar por la espiritualidad latente en sus piezas, el equipo técnico único que consigue reunir, la selección de artistas, su forma de dirigir a los actores, los intentos de poetizar con la fotografía y polemizar desde el corazón.
«Yo a Fernando lo conozco desde que era adolescente, y lo siento como una persona muy importante en toda mi vida artística, pero también íntima, o sea, como un segundo papá, y trabajar con él fue muy lindo, porque me dejó mucho espacio para crear a su lado y hacer mis propuestas», observó Laura. Cualquiera pudiera imaginar lo contrario entre un experimentado director y una principiante, pero la cineasta aclara que su colega le dejó hacer muchísimo, y en los momentos finales de postproducción continuaron disfrutando de una conexión muy fuerte.
«Claro, a veces hubo contradicciones, pero siempre lo supimos lidiar, creo que logramos una buena armonía entre ambos y que fue una fuerza y no una debilidad ser dos en este rodaje», apreció Laura.
Pese a sentirse un ciudadano del mundo y, en particular, de su país, Fernando asegura haber sido escogido por su ciudad natal, La Habana, y no exagera, cualquiera que haya visto una de sus películas lo comprenderá. «La Habana para mí es el lugar del mundo, y ella me escogió», aseveró muy sereno, dentro de una de las tantas oficinas del Icaic.
Clandestinos, Hello Hemingway, Madagascar, La vida es silbar, Suite Habana, José Martí: el ojo del canario, La pared de las palabras, Últimos días en La Habana son poemas a esa capital y a su gente, tan bien elaborados que provocan lágrimas en cada puesta.
Pero el nivel de elaboración en las obras de Fernando no tributa a la ficción, sino al realismo, como si no estuviera satisfecho hasta ver recreado en un set lo mismo que hubiera podido suceder en una calle cualquiera de la ciudad.
La crudeza como intención, mezclada con incuestionable amor, da lugar a escenas desgarradoras desde muchos puntos de vista, porque nos hacen pensar en las ausencias reales, las ganancias, las pérdidas, los temores y lo bello, un concepto variable y que a veces ignoramos por agobios.
En cambio, Fernando se detiene a veces en la belleza del error, del descuido y de lo viejo, y es capaz de hacer temblar múltiples percepciones. Algunos cambios puede que los aceptemos con dolor, gracias a su humildad y buen carácter, pero incluso, coincidamos o no, cada ser que le rodea le atribuye una sabiduría y un corazón inconmensurables.
Este director ha logrado piezas conmovedoras sin caer en los clichés comunes dentro de géneros como el histórico y el drama contemporáneo. Nadie lo pone en duda: Fernando Pérez deja huellas con la mayoría de sus creaciones artísticas, e Insumisas no será una excepción.