- Reggae junto a la bahía: Chetumal 2015.
Pese a los desniveles de sus propuestas artísticas, las agrupaciones musicales que actuaron en el Festival de Reggae Chetumal 2015,
en el Caribe mexicano, atrajeron, desde el 14 hasta el 16 de agosto, en la Explanada de la Bandera y la playa Dos Mulas,
a grandes multitudes de adolescentes y jóvenes que se entregaron a la euforia y el baile.
Bandas de Argentina, Uruguay, Belice, Jamaica, Italia y de diferentes ciudades de México fueron convocadas para tocar en esta fiesta, que incluyó la presentación de un libro, tres conferencias, una muestra de carteles que aluden al reggae y un brindis de honor por el cincuenta y tres aniversario de la independencia de Jamaica.
La fiesta comenzó el viernes 14, en el Museo de la Cultura Maya, donde el escritor Raciel Manríquez presentó el libro Reggae en el Caribe mexicano, de Arturo Montes, destacando su contenido testimonial e histórico que incide en la identidad quintanarroense a través de una manifestación que ha marcado a muchas generaciones. Por su parte, Arturo Montes relató la manera en que fue entrevistando a los distintos protagonistas del género en Quintana Roo hasta conformar un libro que se caracteriza por la pluralidad de voces de, entre otros, los músicos de Benny y su grupo, Bosquimano, La Flota, Corpusklan, Splash…, así como de promotores y críticos de arte.
Tras la presentación del libro, continuaron las largas conferencias «Reggae y otras hierbas», a cargo de Eddy Ortega Ricalde; «El regalo de Jamaica: puerta de entrada del reggae a México», impartida por Luis Javier Hernández; y «El reggae en México: un movimiento que se hizo a sí mismo», de Jorge Cisneros. Con sesiones de preguntas y respuestas y un público amplio y participativo, se ahondó sobre las características musicales de un género nacido en Jamaica en la década de los sesenta, que ha tenido fuertes nexos con la corriente ideológico-religiosa del rastafarismo y gusta masivamente en Chetumal.
Los «filósofos» del rastafarismo fueron el marinero y estudioso de la Biblia Archibald Dunkley; Joseph Hibbert, que en Panamá tuvo contacto con el Antiguo Orden Místico de Etiopía; y Leonard Howell, quien viajó por África y Estados Unidos. A estas ideas contribuyó el pensamiento panafricanista de Marcus Garbey.
Nuevas interpretaciones bíblicas situaban a Abisinia como «Paraíso del pueblo negro», sustentadas por una ideología que se opone a la civilización occidental y justifica el uso de drogas, pero que no abrió ninguna ruta para el espíritu. Fue una catarsis donde, pese a repetir hasta el hastío la palabra libertad, no mostró cómo alcanzarla.
Los ponentes disertaron también sobre la evolución del género en el universo conocido, las fusiones curiosas con la música mexicana, el papel de los medios de comunicación para difundir el reggae, el impacto en el auditorio juvenil y su mezcla con otras manifestaciones estéticas como el videoclip, el muralismo y el cartel.
En tal sentido, esa misma tarde se inauguró una exposición colectiva —coordinada por el artista Michael Thompson— de setenta y un carteles con la temática del reggae, entre los que figuran algunos de intenso simbolismo identitario y rigor estético, que tras el festival fueron donados por el gobierno de Jamaica a la comunidad chetumaleña.
El resto fueron tocadas maratónicas con disimiles niveles de calidad, donde se destacaron por su sonidos —más o menos originales— bandas como Blue Hole, de Belice, Hierba Santa, de México, así como Ki-Mani Marley, de Jamaica, quien también cantó temas célebres de su padre Bob, como «Is this love», «War» y «No woman, no cry».
Otras agrupaciones y cantantes que participaron fueron Korto-Circuito, Efecto Dopamina, Ras Indio, Manovalanza, I&I, Fidel Nadal, Alika y su Nueva Alianza, The Bike Tripe, Corpusklan, Chan Santa Roots, Dopa2, Ely Combo y Los Pericos, banda multipromocionada, cuyas canciones de moda rayan en las fronteras del pop.
En diversas actuaciones se infiltraron otros géneros musicales como rock, balada, punta-rock, son, ska, cumbia y merengue, segmentos para relajar el bloque melódico del reggae, cuya estructura tiende a la monotonía rítmica y ello se refleja en un baile que, sin dejar de ser gozoso, se caracteriza por tener muy pocos movimientos.
El festival contó con la presencia de la embajadora de Jamaica en México, Sandra Anita Grant Griffiths, y fue auspiciado por el gobierno de Quintana Roo y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes con el erario público que generan los impuestos del pueblo, algo digno de imitarse para invertir con dignidad los fondos.
La propuesta original del reggae expresaba la crisis del pueblo jamaiquino, en su mayoría negro y, como el grupo blanco, desarraigado. Al fundirse con el discurso rasta, sus letras comenzaron a llenarse de contenidos bíblicos. En su cruzada política, los rastafaris proclamaban a Etiopía o Abisinia como el Edén de la secta caribeña.
Las piezas más auténticas del reggae proyectan el desafío de un pueblo que desea ir cristalizando su identidad y, según el investigador Leonard Barret, es una música donde los golpes opacos del tambor simbolizan la muerte de la sociedad opresiva, mientras que las percusiones más fuertes se elevan como resurrección.
Desde esos orígenes, que se remontan a los años sesenta en una isla pobre del Caribe, el reggae se ha expandido con sus vertientes melódicas y danzarias, sin un lastre ideológico, sin fanatismo, conmoviendo en todos los idiomas a generaciones del mundo como en este festival de buenas vibras, serpenteantes luces y alegría.
La alianza de ritmos norteamericanos y caribeños, con antecedentes en África, fueron configurando al reggae en sus inicios. Por una parte, rytm & blues y soul music estadounidenses; por otro lado, rock steady, ska, canto responsarial, mento familiarizado con balada inglesa y tambores burru influyeron en esta fusión jamaiquina.
Precisamente fue Chetumal, a través del puente beliceño, la puerta de entrada del reggae a México, que en este lado del Caribe se asentó hasta seguir una evolución sui generis que se manifiesta en creaciones de músicos locales y en el impulso con que muchachas y muchachos bailaron entre humo, globos de colores y gritos que poblaron la bahía.