El ardid de los INOCENTES Documentares de la ciudad
En la calle O´Relly de la Habana Vieja, al interior del centro de arte Factoría Habana, se ha creado una sub-ciudad. El paisaje de la capital crece en significado y se contrae en su aspecto físico y tangible tras el portón de la antigua papelería. La síntesis, la compactación, la compilación de imágenes y sonidos muy similares a los que acabamos de percibir afuera hace apenas unos instantes, forma parte de un plan urdido con inteligencia. Es un juego de cajas chinas: una realidad da paso a la otra, y esta a su vez, lleva a que se descubra una nueva. Una fórmula eficaz de los narradores. Una estrategia de confabulados contra alienados y olvidadizos, un chasquido de dedos para despertar a los ingenuos, un llamado de atención para los indiferentes.
Arte y artificio se intersecan con premeditación en El ardid de los inocentes, una muestra que, al discursar sobre el escenario urbano, dialoga inevitablemente con el entorno inmediato de la Factoría. La cita directa al aspecto, los tiempos y los conflictos cotidianos del espacio y los sujetos habaneros, es ya un elemento consustancial a la obra de la mayoría de los artistas reunidos esta vez bajo la curaduría de Onedys Calvo y la dirección general de Concha Fontanella. No existe, entonces, ingenuidad alguna tras la “construcción” de esta microciudad, sino juego de apariencias relativas a lo inocente, tal como se explica en el statement del proyecto.
En un primer nivel de lectura, las piezas de Celia y Yunior, Grethel Rasúa, Luis Gárciga, Marianela Orozco, Nestor Siré, Ricardo Miguel Hernández y Renier Quer (Requer), se enfocan en la funcionalidad, el valor y los cambios de estructuras arquitectónicas dentro del entramado urbano. Sin embargo, las representaciones sociales que tienen los sujetos de su medio y los usos que hacen del mismo, son para los artistas elementos que aportan significado psicosocial a los procesos transformativos individuales.
Hace aproximadamente un lustro, a propósito del V Salón de Arte Contemporáneo, donde se exhibieron trabajos de algunos de los creadores implicados en El ardid…, el crítico Rufo Caballero percibía en la mayoría de ellos, la consolidación de una “honesta voluntad antropológica y sociológica”. En aquella oportunidad, la video-documentación Destinos posibles, de Gárciga, despertó el interés del crítico por su capacidad para revelar las nuevas búsquedas expresivas y conceptuales del arte cubano.
En cierto sentido, la exposición que permanecerá en Factoría Habana hasta el 24 de agosto, utiliza el concepto de documentares esbozado por Gárciga, acerca de sus propios trabajos. Desde allí, el artista proyectó para El ardid… una video instalación que continúa su largo recorrido creativo enfocado en lo que él mismo llama lo irrepresentado y los irrepresentados de la realidad local.
Después de haber profundizado en escabrosos y peliagudos fenómenos como la emigración, la dualidad monetaria, el envejecimiento poblacional y el uso de las tecnologías de la información y la comunicación en el país, el artista estudia aquí la vertiginosa ruralización de las capitales cubanas. Cajas de transportación de alimentos del agro, posturas de plantas y mangueras, contribuyen a esbozar en esta nueva obra, el aparente ciclo vital del ecosistema urbano contemporáneo.
Una vez más, Gárciga superpone lo subjetivo y lo racional, al especular sobre un futuro incierto partiendo de una situación real (“pudiéramos aspirar a vivir en el 2019, en la séptima biosfera del país”) que apenas se debate en otras instancias de la esfera pública cubana. Como viene ocurriendo en diferentes planos de la creación artística en este último decenio, los temas de la agenda pública preteridos por las agendas de los medios oficiales se convierten en centro de atención de los creadores contemporáneos. No es casual que en esta exploración de Luis Gárciga sobre las costumbres rurales que se arraigan en las ciudades, subyagan otras reflexiones en torno a fenómenos como el inmovilismo, la incertidumbre, las estrategias de supervivencia y de diferenciación social presentes en la Cuba de hoy, temas que a su vez funcionan como nodos o puntos de convergencia en la red de experiencias artísticas que incluye El ardid…
Esto sucede claramente con Cubiertas de deseos, una serie de 45 fotografías de la artista Grethel Rasúa, realizada entre 2008 y 2013. Fachadas de edificios de viviendas que han sido pintadas o retocadas constructivamente por sus dueños, sirven a la autora para introducir en la muestra el tema del “remiendo” como práctica extendida en Cuba. Las soluciones cosméticas a cuestiones complejas debido a la precariedad económica y la escasez de recursos, terminan siendo, como lo deja entender la artista, una metáfora de la improvisación y la ralentización que en ocasiones caracterizan a los procesos de cambio.
La serie de Ricardo Miguel Hernández, matizada por el tono magenta propio de los procesos de revelado fotográfico en los años 80, tiene como centro cuatro gasolineras modernas. Si se toma en cuenta que en aquella década Cuba se beneficiaba de sus relaciones con los países del Campo Socialista, y que era precisamente la abundancia de combustible uno de los signos más sobresalientes de una etapa de bonanza económica, resulta más que expedita la comprensión de la estrategia de Hernández al superponer el elemento del color al motivo fundamental de estas piezas.
El videodocumental Tótem, de Néstor Siré, añade la reflexión sobre lo absurdo a este discursar en torno al cambio social. En la obra, el sonido adquiere una dimensión fundamental, al dotar de sentido a las imágenes que, sobre un imponente tanque de agua, capta de forma ininterrumpida la cámara. En el audiovisual de Siré hay un guiño directo al subtítulo de la exposición de Factoría Habana: “Subversión de usos & Cambio de signos. Expectativas/Paradojas. Espacio urbano individuo”. El tanque de un municipio, que nunca llegó a funcionar, ha sido reconvertido luego de un largo período de abandono, en una base de antena para servicios telefónicos.
Para Marianela Orozco es común encontrar puntos de no progreso en la incertidumbre. El tiempo suspendido y la no-acción, que aparecen con frecuencia en sus indagaciones artísticas, están presentes también en Hipnosis, un video donde el uso de la cámara subjetiva se convierte en el elemento clave. Cuestiones de índole existencial como la esperanza y las perspectivas individuales, son abordadas aquí, con recursos completamente distintos a los empleados por Requer, quien trabajó la misma línea temática en La siesta de las tilapias.
Este último artista —como lo hacen también Celia y Yunior— maneja en El ardid… el asunto del poder, la hegemonía y la subalternidad. El silencio sobre una lista de astronautas soviéticos supuestamente desaparecidos, tema de uno de sus trabajos, y, por otro lado, la ocupación de antiguas propiedades de la burguesía cubana por parte del estado revolucionario en la obra de Celia y Yunior, convergen de este modo, en aquella subtrama de la muestra que propone observar, en el sentido más abarcador posible, las relaciones del individuo con su contexto.
Las culturas del underworld, y la underclass, alimentan desde las distintas perspectivas, la imagen de sub-ciudad (subsumida, subdesarrollada, subalterna, subestimada) que presenta esta vez Factoría Habana, en una nueva apuesta por la experimentación en el arte contemporáneo. El ardid…, de este modo, continúa una línea de trabajo sobre la función del arte en la sociedad que ha dejado abierta ya esta galería a través de exposiciones como Ámbito Heteróptico, Trust y El viaje (paredes que hablan), las cuales han implicado lo mismo a jóvenes creadores, que a figuras de trayectoria consolidada en el panorama de la plástica en Cuba como René Francisco Rodríguez y Antonio Eligio Fernández.