El Festival Transit, fundado en noviembre de 1992, llegó a su novena edición este verano en la casa del emblemático Odin Teatret y sede del Nordisk Teaterlaboratorium, en Holstebro, Dinamarca. Estuvo liderado por la actriz, directora y maestra Julia Varley, quien es además, junto a Jill Greenhalgh, la fundadora del Proyecto Magdalena, nacido en Gales para visibilizar la labor de las mujeres en la escena, y capaz de generar eventos afines en varias ciudades de Latinoamérica: Cali, Santiago de Chile, Quito y Santa Clara, entre otras, lo que ha contribuido a multiplicar una red de intercambio y crecimiento constantes. El lema de este Transit, Hope in Action. Theatre-Women-Will, se propuso corregir el signo de ediciones anteriores, permeadas por temas relacionados con la violencia de género y las posibles alternativas para combatirla, e introdujo la perspectiva de la esperanza en acción como un impulso de cara al futuro.

Transit 2019 reunió a más de un centenar de artistas de treinta países, quienes mostraron cuarenta y ocho espectáculos, un filme, cuatro clases magistrales, cuatro entrenamientos, dos exposiciones, fueron parte de seis talleres, y animaron un simposio y varias sesiones de debate alrededor del tema central, en el cual cada participante reflexionó a partir de su propia experiencia de vida y creación.

Entre tanta actividad de la mañana a la noche, fue una experiencia intensa de aprendizaje, y convivió con sesiones de trabajo compartido para mantener adecuadamente el funcionamiento y la limpieza de cada área, en articulación perfecta con la labor artística e intelectual. Cada minuto, fuera la actividad de uno u otro tipo, se activaba la ocasión de conocimiento mutuo y colaboración fecunda, amistosa y solidaria.

En medio de tan diversos estímulos, me fascinó reencontrarme con varios de los unipersonales que el Odin Teatret y sus actrices mantienen vivos, y descubrir otros. A la par del disfrute, constaté la vitalidad y la madurez de espectáculos y demostraciones como Itsi Bitsi, Blanca como un jazmín y El libro de Ester, de Iben Nagel Rasmussen; Judith, Huellas en la nieve y Sal, de Roberta Carreri; y La alfombra voladora, Las mariposas de Doña Música y Ave María, de Julia Varley, muchos de ellos dirigidos o asesorados por Eugenio Barba. Un momento especial fue apreciar la labor de Claire Heggen, del Théâtre du Mouvement, de Francia, junto a su hija Elsa Marquet Lienhart, en AEterna, teatro de objetos que aborda la relación madre-hija, lo que se da y se recibe, la continuidad en tensión y el sentido de relevo, con extremada belleza y exquisita manipulación.

La presencia latinoamericana en esta cita fue notoria, con artistas y estudiosas de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, México, Puerto Rico y sus respectivas diásporas. Y en las puestas en escena primó el matiz político al recrear tensiones de género desde una postura resistente y liberadora. Si la argentina Ana Woolf reedita Semillas de memoria para evocar las ausencias que dejó la dictadura y el dolor como pivote de resiliencia, desde la propia experiencia de la actriz, dirigida por Julia Varley, la cubana residente en Colombia Mérida Urquía procesa el impacto emocional que le provoca la violencia en ese país, al construir una historia de amor y espera, de búsqueda imposible de un hombre secuestrado y desaparecido, guiada por Else Marie Laukvik. Y la performer mexicana Violeta Luna muestra otra fase de su ritual en tributo a tantas mujeres desaparecidas y violentadas en México, Brasil y muchos otros lugares, con Para aquellas que no están más, en el cual los espectadores, como activos participantes, complementan los actos de la artista.

Brasil tuvo la presencia más numerosa. Me atrajo el humor irónico de Naná Sodré en La receta, al darle vida a una mujer negra e invisibilizada de 48 años, sumida en una situación de abandono doméstico y total dependencia emocional del hombre. Pulcramente vestida de chef, toda de negro, la actriz de O Poste Soluções Luminosas, de Recife, prepara ante nosotros un plato mientras refiere pasajes de su vida, corta especias, machaca ajo, y el olor de la comida nos embriaga a la vez que descubrimos que también está «cocinando» un plan de venganza contra el marido abusador y adúltero. También impactante fue la presencia de Daniele Santana, de Contadores de Mentira, con su unipersonal Cícera, en un homenaje a su madre ya comentado en este espacio. Y otra brasileña un tanto más joven, Luiza Bitencourt, aliada con la argentina Natalia Tesone y bajo la dirección de Ana Woolf, se dispusieron a dialogar artísticamente entre sí como miembros que son de dos agrupaciones seguidoras del Magdalena Project de la segunda y la tercera generación, en el trabajo en proceso Lazos, extranjeras en nuestras propias tierras, una exploración física y sensorial en la identidad, cuando es necesario un proceso de autorreconocimiento que ayude a responder la pregunta esencial ¿quién soy?

Trabajo intenso y búsqueda de la belleza, interrelación humana y sonoridad, intercambio de ideas y trueque de acciones signaron Transit 2019 como una peculiar fiesta femenina del arte del teatro.