Las múltiples indagaciones en la figura de Pérez Prado me han develado la importancia de su creación en la música cubana.
México, a donde he llegado durante abril y mayo de 2018 junto al quinteto Atenas Brass Ensemble, dirigido por Rodolfo Jorge Horta, para el estreno en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris de Yo soy el rey del mambo por la compañía independiente Conjuro Teatro, liderada por Dana Stella Aguilar, me ha permitido reconocer la significación del mambo y la figura de Pérez Prado en su capital.
Solo basta mencionarlo para que aparezcan anécdotas u obsesiones. Desde que nos bajamos en el aeropuerto, empezaron esas raras coincidencias, que unían al mito de Pérez Prado con el pueblo mexicano. Un vecino de él, los padres del taxista, un vendedor de tacos, un profesor universitario, una muchacha obsesionada con el ritmo.
¿Quién no conoce a Pérez Prado en México? Esa es quizás la pregunta.
Actuamos en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris con más de mil capacidades y un público eufórico. La curiosidad histórica es que esta institución era el antiguo Follies, al lado del Teatro Lírico, ahora en restauración, y a los que la larga temporada del músico matancero les arrebató el público en su debut mexicano en el Margo Su. Coincidieron además los cien años de fundada la institución y los del músico nacido en Matanzas, el 11 de diciembre de 1911, junto con los cuarenta años del homenaje en ese mismo escenario por los veinticinco años de vida artística de Pérez Prado en México.
La efervescencia se mantuvo en las funciones en el Teatro Julio Castillo, en el auditorio del Instituto Politécnico Nacional, en el Teatro Morelos de Aguascalientes y en el cierre de temporada en el Teatro Julio Pellicer, de Xoxilmilco.
Conservo imágenes de lo que sucedió: aplausos en las escenas intermedias y la apoteosis final, con un público que aplaude, ovaciona y se une a los actores y músicos: inunda el escenario, rompe las reglas de los teatros mexicanos.
Encontrarnos con los vestigios de su leyenda en la visita a la Cineteca y a la Fonoteca de México, en la casa de su amigo personal Iván Restrepo, donde los seis cubanos pudimos sentarnos en la silla que una vez ocupó El rey del mambo; escuchar sobre su vida y creación en el testimonio de uno de sus trompetas, llamado El cuchillo, o en el de Caridad, una de las famosas Dolly Sister, que bailó en el escenario con los actores como en sus tiempos de juventud, en una de las emotivas funciones del Julio Castillo, fueron instantes claves para desentrañar al músico humana y profesionalmente.
El regreso de Pérez Prado a tierra azteca con un proyecto binacional en que se funde la compañía independiente Conjuro Teatro con la Casa de la Memoria Escenica, Beca Efiteatro 2017, evidenció la mixtura cultural entre México y Cuba, una relación entrañable que diversas instituciones, organismos y organizaciones de ambos países hicieron posible.
Dicen que los restos de El rey del mambo ya no están en el Cementerio de Dolores. Y lo creo: un artista como él siempre está vivo en la memoria de la gente.
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