CUANDO HOY, A SIGLOS DE DISTANCIA DE AQUELLA LITERATURA QUE REVERENCIÓ POR VEZ PRIMERA AL DIOS DEL MARAVILLOSO NÉCTAR, VOLVEMOS A ENGALANAR NUESTRO PALADAR CON ÉL, DE ALGÚN MODO ENTONAMOS EN VOZ BAJA ALGUNOS DE AQUELLOS HIMNOS EN SU HONOR
Los himnos al vino en diversas obras plásticas y literarias nos llegan desde la Antigüedad clásica. El mundo grecorromano, además de apreciarlo e ingerirlo, de hacerle “presidir” la mesa en sus banquetes, entonó himnos laudatorios a sus dioses. Dionisio para los griegos, Baco en la mitología romana, fueron para ambas culturas deidades reverenciadas y a ellos se atribuye el surgimiento del teatro y de expresiones de la cultura popular tan importantes y vigentes como los carnavales.
Las fiestas a Dioniso-Baco tienen un origen griego, y consistían en fastuosos festivales carnavalescos, mas también existía un culto mistérico al dios a principio reservado solo a las mujeres, llamadas por ello bacantes. Basaba sus ritos en la creencia de la resurrección pos mortem, incluían el elemento orgiástico en que las participantes, inspiradas por el vino, danzaban frenéticamente al son de tamboriles, medio cubiertas por pieles de animales y con tirsos, hasta derivar en un trance religioso de supuesta comunicación con la divinidad. La tradición indica que también procedían al sacrificio cruento de una fiera o animal por lo cual se celebraban en lugares apartados y bosques.
Estas celebraciones mistéricas fueron introducidas en Roma hacia el año 200 a.C. Inmediatamente entraron bajo sospecha, principalmente por el desenfreno ritual de las mujeres, y sobre todo cuando empezó a admitirse a los hombres por el temor a conspiraciones políticas. Es por ello que en el 186 a.C. se produce el decreto del senado prohibiendo las bacanales.
En el calendario romano las principales fiestas a Baco (invocado como Liber Pater) eran las Liberalia, celebradas el 16 de marzo, y eran tan inocentes que apenas contemplaban libaciones con miel ofrecidas al dios y unos pastelillos ritualmente elaborados por ancianas. Desde antiguo, era costumbre en los banquetes antes de la velada en que se bebía vino rebajado con agua y otros productos, hacer una libación a Dioniso (a veces también a Apolo y a otros dioses) por lo que algunos han olvidado el sentido primigenio de las bacanales–fiestas en honor al dios latino. En realidad, el término se ha lexicalizado, y no pocos entonces lo asocian con orgías y banquetes desenfrenados, en que ciertamente han caído soberanos y poderosos hasta hoy. Pero estas en realidad nada tienen que ver con la sencillez y la pureza de las celebraciones originarias.
El aprecio que nuestros ancestros de la civilización occidental tenían por la comida y la bebida forjó, en alguna medida, una de las líneas que antecedieron la formación de la poesía épica, la cual se sitúa sobre el siglo III a.C. Mucho antes, y entre los más claros precedentes de la misma, encontramos los carmina convivalia (cantos de banquetes).
Son muchos los himnos ad Bachum que encontramos en la literatura latina (como a su homólogo en la griega, Dionisio) lo mismo en poemas que incluidos en diversas tragedias y comedias; entre ellos en el Edipo, de Séneca, entonado por el coro (versos 403-508), en Horacio y también en Virgilio, en cuyas célebres Giórgicas existen varias referencias.
En los primeros siglos de Roma era costumbre cantar, al final de las grandes y concurridas cenas, con o sin acompañamiento de flauta, las gloriosas hazañas de los antepasados ilustres. Debió existir todo un ciclo épico de transmisión oral que sirvió de base a las leyendas de personajes heroicos transmitidas luego por los historiadores (Tito Livio, sobre todo), cuando se refieren a los tiempos fundacionales de Roma.
Sobre Las bacantes escribió Eurípides una de sus famosas tragedias, que llevó muchos siglos después al lenguaje de la ópera Hans Werner Henze. También aparece el dios en la comedia Las ranas, de Aristófanes, y en el poema de Nono de Panópolis, Dionisíacas.
Existen los llamados Himnos órficos a varias divinidades, entre ellas, por supuesto, más de uno a la que domeñaba las vides en sus tantas representaciones. Insertemos uno de ellos:
XXX. A DIONISO
Olorosa resina de incienso.
Invoco al atronador Dionisio, que lanza su ritual grito, primigenio, de dual naturaleza, engendrado tres veces, soberano transportado por los delirios báquicos. Agreste, inefable, obscuro, provisto de dos cuernos, biforme, cubierto de yedra, de faz taurina, belicoso, que se celebra con gritos de júbilo, sagrado; que se complace en la carne cruda, de trienales festividades, adornado con racimos de uva y revestido de tiernas ramas, Eubuleo, prudente, engendrado por la secreta unión de Perséfone y Zeus, deidad inmortal.
Escucha, afortunado, mi voz, danos tu aprobación, suave y benévolo, con un corazón propicio, acompañado de tus nodrizas de bella cintura.
Chants to Dionysus-Baucus God
The odes to wine expressed on several artworks and literature date back to the Classic times. The Greco-Roman world, besides loving and drinking it, making it preside over the table in banquets, sang laudatory hymns to their gods. Dionysus for the Greeks, Baucus in Roman mythology, were deities worshipped by both cultures and they are said to be responsible for the birth of theater and such important expressions of popular culture as carnivals.
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