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- Una historia de amor...en Remedios

Era una de las parejas más románticas de Remedios. Ella tocaba el piano y él escuchaba. Pero una desgracia acabó con todo. reza la leyenda que aún hoy se escuchan unas extrañas melodías provenientes de la casa donde vivía el matrimonio

Su nombre era Augusto Fisné Miranda y dicen que tras construir una mansión de dos plantas en la ciudad de Remedios, contrajo matrimonio con una hermosísima joven de la aristocracia remediana.

Así comenzó una de las leyendas más bellas del lugar. Un francés y una cubana quedarían inmortalizados en la historia popular de esta ciudad.
El matrimonio vivía en una amorosa armonía. Los esposos, rodeados de fieles sirvientes, alimentaban su amor con los acordes que la mujer cada día arrancaba al piano y que hacían las delicias de los pobladores. Sin embargo, un día la muerte arrebató la paz a la pareja. La joven falleció luego de una repentina enfermedad. El amante dispuso su sepultura en el patio de la mansión y veló la tumba día y noche. Fue tal su devoción que enfermó y murió al poco tiempo, para ser sepultado justo al lado de su amada.

Y aquí llega lo que para unos es mito y para otros realidad o simplemente leyenda. Solo horas después de haber fallecido el esposo, aparecieron dos palomas arrullándose amorosamente en un torreón deshabitado de la casona. Dicen que desde entonces se escuchan misteriosos acordes de un piano dentro de la mansión. Por eso, la casona se conoce como El Palomar, un perfecto nido de amor de aquellos amantes remedianos.

Esta es solo una de las tantas leyendas que rodean a San Juan de los Remedios. Dicen los que habitan esta ciudad perdida en el tiempo,  por obra y gracia de esos mensajes cuchicheados de boca en boca a lo largo de los siglos, que el viajero no puede resistirse ante sus leyendas y mitos y tiene, por fuerza, que hacer parada obligada en esta  villa, la octava fundada en Cuba.

Pero, si la leyenda de El Palomar cautivó mi atención, otras también le suscitarán curiosidad y deseos de desandar cada camino de Remedios, buscando lo que aún nadie ha visto y todos desean ver. Así ocurre con la historia del sapo de Jinaguayabo, un animal, que aunque nadie ha podido verlo jamás, cuentan que vive debajo de una piedra en el camino de Tesico, primer asentamiento poblacional de Remedios. La leyenda reza que el animal tiene el cuerpo cubierto por un carapacho duro y escamoso y su tamaño es el de un sapo normal, pero puede crecer hasta alcanzar  la altura de un chivo.

El sapo durante la época de sequía se mantiene muy tranquilo pero si amenaza con llover empieza a croar, primero suavemente y luego aumenta la intensidad en la misma medida en que la lluvia arrecia. Puede llegar a emitir un sonido tan fuerte que es posible escucharlo a kilómetros de distancia y no cesa hasta que la lluvia termina.
Aún hay más. En Remedios, en las últimas décadas del siglo XVIII, vivía un matrimonio en la calle de la Mar. Disfrutaban de santa paz, con una vida muy holgada. Pero la sombra de los celos comenzó a atormentar a la joven esposa porque su marido pasaba noches enteras fuera de la casa en otros lechos.

Ayudada por un fiel esclavo, la esposa fue en busca de los consejos de un mulato anciano brujo, famoso por sus polvos y hechizos. Se vieron debajo de unos frondosos algarrobos cerca de la loma de Tesico y el brujo inició a la muchacha en los secretos de la nigromancia,  en las que ella confió ciegamente y que le valieron para creer, erróneamente, que harían efecto en su esposo, quien luego de estar tranquilo unos días volvió a las andadas.

Se repitieron, entonces, las entrevistas con el viejo quien temiendo una emboscada le pidió a la muchacha que durante todo el camino desde su casa hasta el lugar del encuentro fuera dando gritos fuertes para oírla en su escondite.

Pronto se corrió la voz de la mujer que daba alaridos por todo el camino y llegó a oídos del marido, a quien se le torció la historia como de un supuesto adulterio. Ciego de celos la siguió hasta el sitio del encuentro y clavó su puñal en el cuerpo de la infeliz,  quien le suplicaba que no lo hiciera porque estaba embarazada.
Cuenta la leyenda que el esposo se dió a la fuga perdiéndose en la espesura del bosque. Dicen que todos los viernes de cuaresma sale la gritona pidiendo el bautismo de su hijo asesinado antes de nacer.

Pero, estas son historias entre la fábula y el mito. Me gustaría contarles una que sí apunta a ser más real y tiene que ver con uno de los sucesos más espectaculares de Remedios: Las Parrandas. Surgidas en el invierno del año 1820, existieron gracias al padre Francisco Vigil de Quiñones, conocido por Francisquillo, quien oficiaba en la Iglesia de la Villa de San Juan de Los Remedios. Las Misas de Aguinaldo tenían lugar del 16 al 24 de diciembre. En lugar de dos barrios, participaban en la competencia los ocho barrios que se concentraban en la Plaza Isabel II.

El sacerdote, preocupado por la ausencia de feligreses a la llamada Misa del Gallo, ideó que muchachos del pueblo salieran a la calle y despertaran con ruido de pitos, fotutos y latas a los vecinos, dejándolos sin otro remedio que abandonar sus camas y acudir a la convocatoria. Nacen así las famosas Parrandas de Remedios.

Leyendas y un poco más. Nada mejor que ir a comprobarlo por uno mismo. Así que la invitación está hecha. Remedios, un próximo destino.

Rosana Thompson