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Santiago de Cuba y su encanto monumental

Son muchas las razones que pueden fundamentar la necesidad o la curiosidad de visitar la ciudad histórica de Santiago de Cuba: unos reconocen en ella su venerable antigüedad en el contexto americano, al estar entre las primeras siete villas fundadas en la Isla de Cuba hace algo más de cinco siglos; a otros les gustaría precisar el porqué su Iglesia Mayor recibió la condición de Catedral desde 1522, al obtener la Sede del Obispado, y constatar que, al mismo tiempo, la población empezaba a habitar una localidad a la cual se le otorgó la incipiente condición de Ciudad. 

Urbe caribeña, costera y rodeada de montañas, se precia de aportar un diálogo singular entre su paisaje urbano y natural que le rodea como gigantesca escenografía de fondo. Sus peculiaridades urbanísticas y arquitectónicas se conjugaron perfectamente con el devenir de un desempeño cultural de amplia gama, donde se sumaron los aportes de aborígenes, españoles, africanos, franceses y chinos; cuya amalgama creativa dotó de singulares manifestaciones a la cultura cubana. Su incuestionable participación en el desempeño de la música y la danza, le permiten comportarse como referente ideal para conocer ritmos y tradiciones, como la trova, el bolero, el son, la tumba francesa, la conga y otros.

Santiago es por antonomasia, además, la ciudad de la historia, al sumar su rol de escenario de importantes acontecimientos patrios, al afán libertador e independentista de sus hijos en las diferentes etapas de las luchas por la independencia definitiva de la nación. Por tal motivo posee el título extraordinario de Ciudad Héroe.

Sumado a lo anterior está el Santiago Patrimonial, reconocido en sus 50 Monumentos Nacionales y sus tres componentes en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Este acervo monumental podemos agruparlo en 6 destacados paisajes culturales que, estudiados y reconocidos, nos permiten hablar de ámbitos de alta singularidad y autenticidad propicios para la puesta en valor a través de un proceso dinámico de rescate patrimonial y un eficiente manejo de inversiones que posibiliten la sustentabilidad de programas y proyectos en marcha.

Estos paisajes culturales constituyen, a su vez, ejes estratégicos para la conservación de la Ciudad Histórica y sus inmediaciones, y son fundamentales en los objetivos del Plan Maestro que se integra a los Planes de desarrollo perspectivo del territorio.

EL PAISAJE HISTÓRICO URBANO 

El paisaje histórico urbano de la ciudad de Santiago de Cuba se configuró en un devenir de más de 5 siglos de existencia. Suma la ciudad colonial, cuya imagen singular aún perdura, en lo esencial, lo aportado por el paso del siglo XX cuando se consolidó su identidad al añadir otros aportes en materia de arquitectura, urbanismo y paisaje. 

La visión múltiple de este maravilloso entorno adiciona los atributos adquiridos en su capacidad de adaptación al medio: el clima, el relieve y la sismicidad, y un peculiar condicionamiento económico, político y social. Tales atributos, una vez interpretados en su esencia individual, quedan superpuestos para enfatizar una lectura de su recia personalidad e identidad. Solo así puede entenderse la consideración de que «más que un conjunto de monumentos, es un monumento de conjunto». 

Estos encantos del paisaje histórico urbano parten de su condición de: mirador, laberíntico, ondulante, escalonado, público y de escenario, lo cual nos regala un entorno complejo y vivo, cuyo nivel de actividad ciudadana refleja su ser y existir, y en consecuencia, se siente comprometida con su desarrollo. 

El sitio escogido para emplazar la villa fundacional se comporta como un gran plano inclinado generado por tres grandes terrazas naturales, cuyos desniveles se desplazan desde la cota 55 hasta el nivel del mar. Estas condicionaron la existencia de zonas altas y bajas donde resulta interesante el diálogo visual que se establece entre ellas y en las que se manifiesta claramente la condición de ciudad mirador. Asimismo, la relación entre la traza y el accidentado relieve proporcionaron las calles ondulantes, las escalinatas y el escalonamiento de las fachadas.

Ambiente vivo donde materialidad y espiritualidad dialogan continuamente, donde la actividad comercial, de servicios, de administración, de cultura y recreación, y especialmente la residencial se articulan en su diversidad y variedad, entregando un marco físico propicio para el desarrollo de una mayor calidad de vida. Dentro de ello, el espacio público juega un papel determinante en su relación con el clima, ya que el uso de parques o plazas, plazuelas, placitas, calles comerciales, alamedas y paseos proporcionan los sitios aptos para el contacto social, el intercambio, la relación y el descanso. Tales espacios generalmente sorprenden y acogen al transeúnte gracias a su escala humana, a su intimidad cómplice con la escena urbana y especialmente por ser lugares claves para evocar una identidad local. 

Este paisaje es portador de los exponentes más destacados de la arquitectura santiaguera y posee una identidad precisa, gracias a su capacidad incuestionable de adaptación al medio para trascender.

EL PAISAJE FORTIFICADO

El Sitio Castillo del Morro San Pedro de la Roca fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997, reconocimiento que obligó a una previa labor de conocimiento del sistema de fortificaciones de Santiago de Cuba durante la dominación colonial, especialmente aquel que tuvo por misión la protección de la estrecha entrada a la bahía, donde se localizaron los exponentes más importantes dado su papel esencial en la salvaguarda de la ciudad.

En el Sitio se integran la fortaleza La Estrella; los fuertes de la avanzada, el 1 y el 2; la casamata de las Comunicaciones, las baterías alta y baja de La Socapa, y su pieza esencial, el Castillo del Morro. Ellos, de conjunto, configuran un espacio único y atrayente, donde la naturaleza circundante recrea un ambiente infinito al conjugarse con la línea costera, el Mar Caribe.

La protección del patrimonio fortificado obedece a un Plan de Manejo sustentado en una fórmula participativa que implica a los organismos y entidades localizados en esta zona. Sus características formales y singulares, su ubicación privilegiada en la boca de entrada a la Bahía de Santiago, hacen de este Castillo un mirador natural de excelencia para el canal y el resto del entorno marinero circundante. Existen hoy diferentes instalaciones de servicio que garantizan una estancia colmada de sorprendentes visuales y magníficas historias y leyendas.

Dentro del planeamiento general del paisaje, se ha priorizado el papel del Castillo del Morro como piedra angular del conjunto, que «se considera un ejemplar significativo de la arquitectura militar del renacimiento italiano adaptado a las condiciones del Caribe». Su condición de Patrimonio Mundial avala sus atractivos turísticos de alta jerarquía y resulta uno de los lugares más visitados por el turismo nacional e internacional.

EL PAISAJE ARQUEOLÓGICO 

Las consecuencias de la revolución de Saint Domingue (Haití), un hito de la historia americana, se hicieron sentir en diferentes partes del mundo. Los colonos franceses y creóles junto a sus esclavos, al ser expulsados, encontraron en Santiago de Cuba un sitio atractivo, por la cercanía y el favorable contexto geográfico, para continuar su quehacer vinculado a la producción cafetalera.

A inicios del siglo XIX, la inmigración francesa tuvo un peso considerable en la economía regional, que marcó, además, la cultura y la sociedad santiagueras. En los alrededores montañosos se desarrolló un territorio cafetalero que logró altos rendimientos, productividad y calidad en sus cosechas, gracias a la unión de las potencialidades naturales del lugar y el conocimiento aportado por la apropiación de un pensamiento ilustrado conocedor del beneficio húmedo del café.

El territorio productivo se constituyó en paisaje, en representación de un modo de vida. Sus amplias posibilidades económicas permitieron concretar una red de caminos por donde condujeron sus producciones hasta la ciudad y, de vuelta, llevaron la cultura a estos intrincados parajes. Los cientos de cafetales, eran visitados por paisanos y amigos que admiraban la naturaleza exuberante y la belleza de los cultivos de café, al igual que de los sembrados de árboles frutales, maderables, añil y cacao. Las hermosas y elegantes residencias exhibían jardines afrancesados con flores olorosas y multicolores que formaban dibujos geométricos separados por pasillos. Las actualizadas y vastas bibliotecas, el piano y los temas de conversación dan fe de la cultura de estas familias. En ellas, tanto las modas como las artes de sociabilidad eran franca demostración de gusto y buen vivir.

A inicios del siglo XX fueron incorporadas maquinarias y técnicas renovadas a la producción del café santiaguero; pero las antiguas haciendas, al ocuparse en otras funciones, se deterioraron, la naturaleza las cubrió y poco a poco se convirtieron en ruinas demostrativas de tiempos pasados. 

Los estudios realizados en los territorios de Santiago y Guantánamo se integraron en un único expediente. Entre el 27 de noviembre y el 2 de diciembre del 2000, la UNESCO efectuó en Cairns, Australia, la XXIV Reunión del Comité del Patrimonio Mundial, donde se inscribieron como Patrimonio de la Humanidad, 171 haciendas cafetaleras (139 pertenecen a Santiago; y 32, de Guantánamo) en diferentes estados de conservación, las cuales abarcan 81 475 ha, enunciadas como Paisaje Arqueológico de las Primeras Plantaciones Cafetaleras en el Sudeste de Cuba.

El reconocimiento ha posibilitado poner en valor este importante patrimonio cultural. Se trabaja en dos grandes parques arqueológicos conformados por dos circuitos cafetaleros: el primero, el Gran Piedra, vinculado al hito natural localizado a algo más de 20 km en las inmediaciones de la ciudad. En él convergen los cafetales: La Isabelica, La Siberia, La Idalia, La Mercedes y La Gran Sofía, este último considerado entre los más grandes y productivos de la región. 

En este circuito se suma el aporte cultural de la población autóctona; el valor de la naturaleza circundante, con el disfrute de un paisaje majestuoso que se extiende al sur hasta el Mar Caribe y al norte por la cordillera montañosa. Todo lo anterior es apoyado con los servicios de alojamiento, gastronómicos y recreativos que ofrece el motel, que en la actualidad es visitado a través de senderos interpretativos y otras modalidades del turismo histórico-cultural y de naturaleza.

Fraternidad, el segundo circuito, desarrollado a través del proyecto de colaboración con la Fundación franco-belga Malongo y la Unión Europea, está en plena estructuración y ejecución. Localizado en la meseta de Santa María de Loreto, agrupa las antiguas haciendas cafetaleras: Fraternidad, Santa Paulina, San Felipe, San Luis de Jacas y San Juan de Escocia. El paisaje arqueológico cafetalero del sudeste oriental es un exponente de la Ruta del Café por América. 

EL PAISAJE ASOCIATIVO DE EL COBRE

Enclavado en un ámbito geográfico peculiar, el poblado de El Cobre se ubica sobre un valle ondulado rodeado de las montañas de la cordillera homónima. Su paisaje y su entorno poseen un alto valor patrimonial asociado a tres componentes fundamentales: la esclavitud y el cimarronaje, la minería, y la religión. Su historia, cargada de mitos y leyendas, entrega páginas de independencia, cubanía y espiritualidad.

Cerca de la villa de Santiago de Cuba fue encontrado mineral de cobre, cuestión que llamó la atención y provocó –en las primeras décadas del siglo XVI– la creación de la Real de Mina de Santiago del Prado. El alemán Juan Tetzel inició un período de prosperidad para la extracción y fundición del preciado metal. Se señala que en 1541 se emplearon 40 negros esclavos para extraer y fundir el cobre. Para una mejor organización de la empresa cuprífera, el capitán de artillería Francisco Sánchez de Moya fundó, en 1598, el pueblo de Santiago del Prado. 

A inicios del siglo XVII, sucedió un acontecimiento que marcó el sitio minero; la tradición oral hizo llegar que, en la bahía de Nipe (al norte del Oriente cubano) dos indios y un niño negro encontraron sobre las aguas la imagen de una virgen que tenía una inscripción que rezaba: «Yo soy la Virgen de la Caridad». Recogida por ellos, fue trasladada al poblado de El Cobre, donde permaneció como centro de una devoción local que, poco a poco, ganó adeptos en un largo proceso de asimilación por el pueblo cubano del culto mariano. 

A finales del siglo XVII, la modesta capilla se transformó en santuario; la imagen de la reconocida ya como Virgen de la Caridad del Cobre comenzaba su peregrinar para convertirse en símbolo de cubanía. Como resultado de una solicitud de los veteranos de las guerras independentistas al Papa Benedicto XV, la Virgen de la Caridad del Cobre fue declarada en 1916 como Patrona de Cuba. En 1927 se inauguró, en la altura de la Maboa, el Santuario que vemos hoy. 

La implicación directa del poblado de El Cobre a las rebeliones esclavas indujo a la UNESCO a formular su inclusión en la Ruta del Esclavo por América. Se encargó al escultor santiaguero Alberto Lescay Merencio la creación de un monumento que perpetuara la actitud rebelde y libertaria de la población esclava. La obra Monumento al Cimarrón, emplazada en la antigua zona de laboreo minero, en 1997, es una escultura de bronce de 9,6 m. Su figura se dibuja como colofón del perfil escalonado generado por las sucesivas excavaciones en el cerro que, convertido en mirador natural, ofrece una visión distinta y opuesta del poblado y su entorno natural. 

El Festival del Caribe, celebración regional de alto vuelo cultural, tiene en el poblado, y en especial en el entorno del monumento, uno de sus escenarios fundamentales al estimular el encuentro de portadores de las religiones populares y sincréticas en un clima festivo y de hermandad. 

El paisaje asociativo de El Cobre ofrece un ámbito mágico religioso de alto valor patrimonial que suma contenidos de las tres temáticas principales que definen su personalidad: la minería, la religión y la esclavitud. La cordillera rodea con su manto protector de montañas, el escenario natural de veneración y fe, de liberación y arraigo a las raíces.

EL PAISAJE FUNERARIO

Inaugurado el 22 de abril de 1868, el Cementerio Santa Ifigenia es lugar de descanso de relevantes figuras del acontecer político y sociocultural de la nación cubana. Declarado en 1979 Monumento Nacional, atesora en sus 9,4 ha altos méritos históricos y artísticos. Está valorado como Museo a cielo abierto. Es esta Necrópolis un sitio de encuentro con la historia y el arte en diferentes épocas y sectores de la sociedad, sobre todo los relacionados con la historia, la cultura, las ciencias y el deporte.

Entre las personalidades más relevantes que descansan en este Altar de la Patria tenemos a la Madre de la Patria, Mariana Grajales; al Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes; al Héroe Nacional de Cuba, José Martí y Pérez; y al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. Junto a ellos descansan en el camposanto otras muchas figuras relevantes de la historia y la cultura nacionales. 

Este cementerio es, a su vez, una muestra significativa del arte funerario, donde el conjunto de sus tumbas y panteones impactan al despertar el interés estético y artístico de escultores y marmolistas españoles foráneos y cubanos. Cientos de personas visitan diariamente este recinto sagrado. Sus rutas y recorridos generan motivaciones e interés por regresar. El paisaje del silencio, de las cruces, de los angelotes, de los mármoles blancos, de las actitudes de dolor, resignación y veneración, colman de valor esta obra digna y eterna.

EL PATRIMONIO SUMERGIDO 

La Guerra Hispano-Cubano-orteamericana de 1898 fue una página trascendente para el mundo de finales del siglo XIX. En ese contexto histórico, Santiago de Cuba fue uno de los escenarios principales: en su bahía tuvo lugar el desenlace definitivo con un combate naval, en el cual resultó hundida la flota española del Almirante Pascual Cervera y Topete.

La Armada española la conformaban seis unidades: los cruceros acorazados Infanta María Teresa –buque insignia–, Oquendo, Vizcaya y Cristóbal Colón; los torpederos Furor y Plutón. Todos quedaron desactivados, hundidos o abarrancados en el litoral sur oriental. Diversas circunstancias, junto al paso del tiempo y la mano del hombre, han transformado su fisonomía hasta convertirlos en parte esencial de un ecosistema en el cual lo cultural y lo natural hicieron posible la consideración de un paisaje arqueológico subacuático. 

El Infanta María Teresa, reflotado como trofeo de guerra a los Estados Unidos durante las maniobras del traslado, se hundió debido a un mal tiempo en las cercanías de la Isla del Gato, donde permanece. El resto subsiste frente al litoral santiaguero como huella imperecedera de aquel acontecimiento histórico. 

La carretera al municipio de Guamá posibilita el acercamiento y visualización de dos pecios: el Oquendo, frente a la desembocadura del Nima Nima, y el Vizcaya en las proximidades del poblado de Aserradero. Mientras, los dos torpederos, fraccionados por los impactos y explosiones, descansan en las proximidades de la playa Mar Verde. El crucero acorazado Cristóbal Colón, la unidad más moderna de la Armada, llegó hasta la base del Turquino donde continúa en las profundidades de la plataforma insular, como mudo testigo de las acciones de 1898. Este ejemplar está considerado un pecio de gran valía dado su nivel de conservación y autenticidad. 

El patrimonio santiaguero gana notoriedad con este conjunto excepcional. Este parque arqueológico subacuático propuesto como Monumento Nacional, posibilita a los interesados el conocimiento de una página imborrable de la historia universal; a su vez, aquellos con aptitudes en el submarinismo podrán conocer el interior de los pecios con la realización del recorrido «Una inmersión en la Historia».

Visitar estos paisajes es una experiencia tentadora y atractiva, sumará momentos inolvidables y visiones irrepetibles a la vida de quienes decidan emprender esta aventura a lo más profundo del corazón del Caribe insular, a esta ciudad del son y del ron, amable y hospitalaria, rebelde y heroica, donde los paisajes culturales se superponen y abrazan en su diversidad, para entregar la excelencia de sus 6 paisajes culturales. 

Arq. Omar López Rodríguez, Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba