ESPACIOS DIVERSOS Y MULTICULTURALES, GALERÍAS DE ARTE PERSONALES, PROYECTOS COMUNITARIOS, TALLERES DE TEATRO Y HASTA FINCAS AGROECOLÓGICAS ENCUENTRAN HOY CABIDA EN LA LARGA LISTA QUE TIENE UN TURISTA PARA ORGANIZAR SU ESTADÍA EN CUBA
Quien llega hoy a Cuba ya no viene siguiendo sus postales turísticas. El visitante que elige la Mayor de Las Antillas para sus vacaciones, para su descanso, para su escapada, prefiere buscar algo más que la propuesta consabida de agencias turísticas y páginas institucionales que venden la idea de una isla detenida en el tiempo. Saben que existe la posibilidad de desandar un circuito alternativo que muestra una Cuba complementaria a esas postales tradicionales.
La esfera de la cultura cubana es quizás el mejor ejemplo de este fenómeno que hace algún tiempo viene in crescendo. Espacios diversos y multiculturales, galerías de arte personales, proyectos comunitarios, talleres de teatro y hasta fincas agroecológicas encuentran hoy cabida en la larga lista que tiene un turista para organizar su estadía en este país. A fin de cuentas, lo que vale es la esencia, lo vivido y la noción de cultura real que puedan exportar de una tierra que internacionalmente es conocida también por sus artistas, su folclore y su historia.
Nadie, una vez dentro, quiere salir de Cuba sin llevarse su sincretismo. Muchas veces llegan ya con un recorrido prestablecido, con lugares puntuales para visitar, con las referencias exactas y los nombres claros. Una lista, podríamos decir, que en su inmensa mayoría está compuesta por espacios que le aportarán lo concerniente a la tradición, el arte, la religión y la idiosincrasia.
El conocido Callejón de Hamel es uno de estos espacios que se ha consolidado como parada obligatoria para quien llega en la búsqueda de “lo auténticamente cubano”. Este proyecto comunitario en una esquina habanera fue fundado en el año 1992 por el artista Salvador González. Un acercamiento a las raíces africanas que forman parte de la cubanidad es la clave de su existencia. Pero la verdadera experiencia allí está compuesta por clases de guaguancó, descargas de rumba, consultas espirituales, venta de suvenires y hasta una galería de arte, donde se puede adquirir piezas firmadas por los propios gestores culturales del “Callejón”.
Lo mismo, menos folclórico y agitado, lo es la Casa de Fúster. La casa-taller del otrora artesano, hoy artista de la plástica, José Rodríguez Frómeta, Fúster, en la periferia capitalina, es otro de los encuentros inevitables de la ciudad con el visitante. Una algarabía cuidadosa de mosaicos da la bienvenida a este otro proyecto comunitario donde también se vende arte. Cerámicas, lienzos, y cuanta figura o frase pueda imaginar, es muy probable que pueda encontrarlo escabullido por las inmediaciones de un extenso jardín que, en constante creación, está compuesto por millones de fragmentos que forman el todo. Una inmensidad de colores y significados donde se refleja buena parte de los valores de una cultura en perpetuo movimiento.
Más allá de estos proyectos, el consumo cultural para el turismo en Cuba tiene múltiples aristas. Clases de salsa, sesiones de teatro y rutas históricas son acápites que vienen incluidos en un paquete obligatorio. Porque no debemos perder de vista que el extranjero aun prefiere la vivencia de conocer la Isla a golpe de tambores y maracas, o al menos eso cree. Tambores y maracas que la mayoría adquiere en mercados y ferias de artesanía que proliferan en los principales centros culturales y turísticos del país. Dígase La Habana, Santiago de Cuba, Trinidad y hasta Pinar del Río. Una ensarta de quioscos repletos de baratijas coloridas. En miniaturas, carros antiguos, casas coloniales, mulatas suntuosas, tabacos, ron, y todo lo demás que viene aparejado con la producción artesanal y manufacturada de una tierra caribeña.
¡Y qué decir de los circuitos nocturnos en este sentido! La experiencia de la Fábrica de Arte Cubano (FAC), trastocada en centro multicultural, ha sobredimensionado los límites de lo posible en materia de consumo cultural y buenas propuestas artísticas en una metrópoli. Sitio para todas las manifestaciones del arte, esta plaza acoge las presentaciones más contemporáneas y las vertientes más modernas del arte y la literatura de la isla y el mundo todo. Un engranaje perfecto donde dialogan los más novedosos hitos de la creación, con una tradición que perfectamente se ajusta a estos tiempos.
Pero otras formas de transmisión de cultura más ligada a la sociedad emergen por estos días. La convivencia con el cubano, la incorporación al trabajo en fincas agroecológicas, tomar el ritmo de un día habitual para los nativos, el compartir desayunos, el torcer un puro, el montarse en un autobús, disfrutar de un toque de santos, o simplemente caminar las calles más transitadas de la urbe, son igualmente maneras de consumir Cuba y formarse una idea de lo que es su cultura.
Entonces da igual si quien visita la isla mágica comienza por la Plaza de la Revolución o el Museo de Bellas Artes. Es intrascendente la idea preconcebida que cada invitado carga consigo. Ahora sí, queda absolutamente prohibido salir de este país, sin el convencimiento de que la cultura cubana es un poco su gente, y su historia, su día a día, la mezcla de sus raíces, la sangre de sus ancestros, las ideas de sus inmortales. No importa que la entrada a esa cultura, a la verdadera cultura cubana, haya sido con el pretexto de un brochure turístico o por la sugerencia oportuna de un guía local …solo tiene que haber sido en línea recta con su autenticidad.
© 2010 Copyrights EXCELENCIAS GROUP. Tous droits réservés.