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- MARÍA ANTONIA Cincuenta años de presencia

El 29 de septiembre de 1967 se estrena en el Teatro Mella María Antonia, texto de Eugenio Hernández Espinosa, uno de nuestros más trascendentes dramaturgos, en una producción del Grupo Taller Dramático y el Conjunto Folklórico Nacional, bajo la dirección del gran Roberto Blanco y con la actuación protagónica de la inolvidable Hilda Oates. La irrupción de esta obra, escrita originalmente en 1964, marcaría uno de los momentos estelares del teatro cubano dentro de esa eclosión creativa que significaron los años sesenta, amparada por un periodo de conmoción y transformación social sin precedentes. Como toda obra de ruptura, a partir de su estreno encontró apasionados defensores y escandalizados detractores, todos sorprendidos y emocionados ante su novedad.
María Antonia se sostiene sobre el entrañable reconocimiento del aporte del negro y de la cultura popular como actores dentro de la dinámica social y cultural cubana. Luego de algunos acercamientos epidérmicos y otros meritorios intentos aislados, es la primera vez que esos rostros y esas voces son asumidas con una complejidad verdadera y comprometida dentro de la creación artística, si bien sostenida sobre el trabajo etnológico y culturológico de grandes pensadores que supieron resaltar la trascendencia de la cultura negra y popular en medio de la indiferencia republicana. La condición marginal de sus personajes apunta a conflictos clasistas y raciales de largo arraigo dentro de la sociedad. En el centro de su universo describe de manera precisa y creativa toda la complejidad de la religión afrocubana: sus ritos y ceremonias, cantos y rezos, su música, la ética contentiva de todas sus proyecciones humanas y el entramado de relaciones que se establecen entre sus diversos practicantes, así como la fastuosidad de sus símbolos y ornamentos, como vestuarios y accesorios.
María Antonia es una figura trágica, comparable con otras heroínas de la literatura clásica mundial como Electra, Medea, Fedra o Ifigenia, por citar algunas. Desafiante y transgresora de las convenciones sociales existentes, con una conducta independiente y apasionada, de profundo erotismo, que no se detiene frente a ningún tipo de obstáculo, ella encarna anhelos que han ido transformándose en banderas de lucha por la emancipación y autonomía de la mujer dentro de la sociedad. Su desenlace, entendible dentro de los límites de su mundo, no es una derrota, sino una apertura hacia nuevos horizontes donde ese destino pueda encontrar un feliz cumplimiento.
La trascendencia de María Antonia como obra es resultado de sus connotaciones sociales, artísticas y humanas. La persistencia de algunos de los problemas sociales reflejados en ella, unida a la profundidad de sus cuestionamientos, y de su reflejo de la religiosidad popular del cubano, garantizan su plena actualidad y vigencia. Por ello sigue siendo estudiada y antologada en diversas partes del mundo, y representada dentro de Cuba por grupos profesionales o aficionados. Mereció incluso una versión cinematográfica.
Su puesta en escena potenció todas las cualidades del texto original y las llevó a trascender en las tablas, donde cada elemento encontró su perfección estilística. Eso la hizo mantenerse en cartelera por varias temporadas, participar en festivales nacionales e internacionales, y le valió el honor de ser filmada por la Televisión Española como parte de una antología de teatro iberoamericano.
A cincuenta años de su estreno, María Antonia sigue conmoviendo a todo el que se acerque a su universo, y sigue siendo Cuba en su centro raigal y trascendente.

Roberto D. M. Yeras