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Por los caminos de López Oliva

Este cubano, casi sesentón, de piel que anuncia su ascendencia aborigen, ojos grandes y abiertos, y sonrisa franca, es Manuel López Oliva, uno de los artistas de la plástica cubana con una obra entre las más originales.

Profesor de la Escuela Nacional de Arte y del Instituto Superior de Arte, con más de cincuenta exposiciones personales y colectivas en el extranjero desde finales de la década de los sesenta, es —además de un laureado crítico de arte— por sobre todo, pintor. Porque el amor a las soluciones frontales del diseño pictórico, le acompaña desde su propio nacimiento.

Su padre era «el pintor del pueblo»,muy vinculado al movimiento literario de su Manzanillo natal y también a las luchas sociales. Las primeras lecciones de pintura y dibujo las recibió de él y en su taller, situado a media cuadra dela casa, con la omnipresencia del mar en el aire caribeño. Todavía le asaltan las vívidas imágenes del carnaval: en su propia casa se decoraban objetos para la fiesta, se pintaban disfraces, se diseñaban «muñecones», y hacían anuncios para los coches. Desde entonces le encanta asistir al teatro y se siente atraído por los diseños tradicionales que tejían las mujeres de su familia.

Con apenas 15 años, ingresó en la Escuela Nacional de Arte. De aquellos años formativos dejaron huella en él algunos de sus maestros:

Antonia Eiriz, Servando Cabrera Moreno, Martínez Pedro y Adagio Benítez. El mundo del carnaval manzanillero y el manejo de los carteles de la época, hicieron que su vocación pictórica se desplegara naturalmente con la tendencia del Pop Art y la nueva figuración francesa, porque siempre ha gustado del resultado híbrido de lo natural y lo culto, típico de nuestra dimensión. El hombre caribeño —dice—, es de alguna manera un renacentista popular.

Pero el elemento que define esta etapa de su vida artística son las máscaras —rostros con una geografía pintada en blanco, sepia, salmón, verde y silueteadas en negro— y los tatuajes —máscaras corporales, tejidos envolventes— en cuadros con títulos tan sugerentes como Antígona, Ríe payaso, Ayax, o Ícaro, la máscara. Es decir, la moral y el teatro, en una pintura ni agresiva ni complaciente.

Premio en el Salón de Mayo, París 1968; Premio Internacional al Crítico de Arte más Destacado del diario L’Humanité en 1976; Premio Nacional de Crítica de Arte y Distinción por la Cultura Nacional en Cuba, la obra de Manuel López Oliva está presente en más de 60 exposiciones personales y colectivas. Y de estas las más recientes son las exhibidas en Latinoamérica 2006 Exhibición de Arte por Selección, en Toronto, Canadá; y la Feria de Artes de Lisboa en 2007.

Armando Cristóbal